viernes, 17 de diciembre de 2010

Guía para el extraordinario de Teoría de la Historia del periodo EB 2011-II

UNIDAD I. ¿Qué es la historia?
Los objetivos de aprendizaje:
Los alumnos conocerán los significados de la Historia como el qué hacer de los historiadores y distinguirán el marco económico y la práctica social en donde se escribe la Historia.
La disputa por la historia[1]
Soledad Loaeza
En este año de conmemoraciones históricas el debate a propósito de nuestro pasado ha sido mucho menos agrio de lo que se esperaba. No fueron pocos los escritores, malos y hasta buenos, que amenazaron con demoler lo que llaman la historia oficial, es decir, la versión hegemónica de la historia nacional.
El argumento central de esta idea, mismo que se planteó desde 2000, era que después de la derrota del PRI, era posible y apremiante una revisión de la historia que aprendimos en la escuela, previa aprobación de la Secretaría de Educación Pública. Esta propuesta se apoyaba en propaganda política antes que en una seria reflexión historiográfica. ¿De veras la versión hegemónica de la historia nacional es priísta? Quiero decir, ¿la escribieron los priístas? ¿No será más bien que los priístas se apropiaron de nuestra historia? Si así fue, entonces habría que corregirles la plana a ellos; no se trata de escribir una versión panista ni perredista de la historia nacional, sino de recuperar personajes, causas, acciones y decisiones que forman el legado común de todos los mexicanos.
La victoria del PAN por sí misma auguraba la redición de viejas querellas siempre renovadas, en torno al artículo tercero o, por lo menos, en torno al contenido de los libros de historia que edita la Comisión Nacional del Libro de Texto Gratuito (Conaliteg). El PAN nació en buena medida para protestar en contra del control del Estado sobre la educación, una práctica extendida en el mundo, en diferentes grados; también había hecho del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) uno de sus principales blancos de ataque, porque encarnaba groseramente rasgos prominentes del autoritarismo: la ausencia de libertad sindical, el control ideológico del Estado sobre la sociedad y la insondable corrupción. Ante la estrecha colaboración que desde 2000 entablaron el PAN y el SNTE, uno se pregunta: ¿quién o qué ha cambiado? Desde luego el PAN, más que el sindicato, porque encuentro pocas diferencias entre Carlos Jonguitud y Elba Ester Gordillo. ¿Acaso el revisionismo histórico que prometieron los panistas ha sido víctima de su alianza con los maestros?
Pero, incluso si hacemos a un lado las cacareadas reivindicaciones de los panistas de una historia no oficial, no ha habido ninguna polémica a propósito de la interpretación más generalmente aceptada de la historia. Los autopropuestos iconoclastas no han hecho mucho más que descubrir el lado humano de los héroes establecidos, por ejemplo, que a Miguel Hidalgo le gustaba bailar y cantar, pero no nos han dicho cómo sus revelaciones nos obligan a una reflexión crítica de su papel en la historia, y de su condición de héroe nacional. A ese respecto vale mucho la pena leer la espléndida novela histórica de Jean Meyer, Camino a Baján, que reconstruye los primeros meses de la guerra de Independencia en Nueva Galicia. Lejos de denunciar a Hidalgo como genocida, como hace José Antonio Crespo en un libro de ensayos que se ocupa de deturpar a las figuras históricas, y que se vende con el atractivo título Contra la historia oficial, Meyer recupera las ambivalencias, los errores y las angustias que despertó en los líderes de la Independencia en Nueva Galicia el frenesí revolucionario que desencadenó la movilización popular.
El poco eco que han alcanzado en la opinión pública las versiones iconoclastas de la historia nacional, sugiere que existe un consenso amplio básico, en torno a los porqués y los cómos de nuestra historia nacional. Este acuerdo se alimenta, en primer lugar, de la historiografía liberal de finales del siglo XIX antes que del PRI. El revisionismo es necesario, pero tendría que ser, más que la humanización de los héroes, la recuperación de episodios y de personajes cuya importancia no ha sido debidamente reconocida.[…]
Técnica de aprendizaje
I.                   Contesta las siguientes preguntas sobre el artículo “La disputa por la nación de la Dra. Soledad Loaeza
a.       Qué es la Historia oficial
b.      Cuál debía de ser la finalidad de la historia nacional
c.       Qué es el revisionismo histórico
Vivir la Historia[2]
Palabras de iniciación
[…] ¿Historia sin más?, me preguntaréis. No, ya que anunciáis charlas sobre historia “económica” y “social”. Precisamente por eso lo primero que debo deciros es que, hablando con propiedad, no hay historia económica y social. Y no únicamente porque la relación entre lo económico y lo social no es un privilegio –una exclusividad, como diría un director de cine- en el sentido de que no hay razón alguna para decir económica y social en vez de política y social, literaria y social, religiosa y social o incluso filosófica y social. No fueron razones razonadas las que nos habituaron a relacionar de la forma natural y sin mayores reflexiones los dos epítetos de económico y social. Fueron razones históricas muy fáciles de determinar –y, en definitiva, la fórmula que nos ocupa no es más que un residuo o una herencia de las largas discusiones a que dio lugar desde hace un siglo lo que se denomina el problema del materialismo histórico-. Por tanto, cuando utilizo esa fórmula corriente, cuando hablo de historia económica y social, no debe creerse que yo albergue alguna duda sobre su valor real, Cuando Marc Bloch y yo hicimos imprimir esas dos palabras tradicionales en la portada de Annales, sabíamos perfectamente que lo “social”, en particular es uno de aquellos adjetivos a los que se ha dado tantas significaciones en el transcurso del tiempo que, al final, no quieren decir nada, Pero lo recogimos precisamente por eso. Y lo hicimos tan bien que por razones puramente contingentes hoy figura sólo en la portada de los propios Annales, que pasaron a ser de económicos y sociales, por una nueva desgracia, a sólo Sociales, Una desgracia que aceptamos con la sonrisa en los labios. Porque estábamos de acuerdo en pensar que, precisamente, una palabra como “social” parecía haber sido creada y traída al mundo por un decreto nominal de la Providencia histórica, para servir de bandera a una revista que no pretendía rodearse de murallas, sino hacer irradiar sobre todos los jardines del vecindario, ampliamente, libremente, indiscretamente incluso, un espíritu, su espíritu. Quiero decir un espíritu de libre crítica y de iniciativa en todos los sentidos.
Repito, por tanto: no hay historia económica y social. Hay la historia sin más, en su unidad. La historia que es, por definición, absolutamente social. En mi opinión, la historia es el estudio científicamente elaborado de las diversas actividades y de las diversas creaciones de los hombres de otros tiempos, captadas en su fecha, en el marco de sociedades extremadamente variadas y, son embargo, comparables unas a otras (el postulado es de la sociología); actividades y creaciones con las que cubrieron la superficie de la tierra y la sucesión de las edades, La definición es “un poco larga, pero yo desconfió de las definiciones demasiado breves, demasiado milagrosamente breves. Y además en sus mismos términos descarta, me parece, muchos pseudoproblemas.
[…] y por otra parte, en la definición se habla de hombres, Los hombres son el objeto único de la historia, de una historia que se inscribe en el grupo de las disciplinas humanas de todos los órdenes y de todos los grados, al lado de la antropología, la psicología, la lingüística, etc.; Una historia que no se interesa por cualquier tipo de hombre abstracto, eterno inmutable en su fondo y perpetuamente idéntico a sí mismo, sino por hombres comprendidos en el marco de las sociedades de que son miembros, La historia se interesa por hombres dotados de múltiples funciones, de diversas actividades, preocupaciones y actitudes variadas que se mezclan, chocan, se contrarían y acaban por concluir entre ellas una paz de compromiso, un modius vivendi al que denominamos Vida.
[…] Plantear un problema es, precisamente, el comienzo y el final de toda historia, Sin problemas no hay historia. Ahora bien, recordad que sí bien no he hablado de “ciencia” de la historia, lo he hecho, en cambio, de “estudio científicamente elaborado”, Y estas dos últimas palabras no las he pronunciado para hacer bonito, “Científicamente elaborado”: la fórmula implica dos operaciones, las mismas que se encuentran en la base de todo trabajo científico moderno. Plantear problemas y formular hipótesis era simplemente traicionar. Hacer penetrar en la ciudad de la objetividad el caballo de Troya de la subjetividad….En aquel tiempo los historiadores vivían con un respeto pueril y devoto por el “hecho”. Tenían la convicción, ingenua y chocante, de que el científico era un hombre poniendo el ojo en el microscopio captaba inmediatamente un haz de hechos, De hechos que se le entregaban, que eran fabricados para él por una Providencia, de hechos que no tenía mapas que registrar. Cualquiera de estos doctores en método hubiera tenido suficiente con echar una ojeada, aunque fuera breve, al ocular de un microscopio y mirar una preparación de histología para darse cuenta inmediatamente de que para el histólogo no se trata de observar, sino de interpretar lo que debe denominarse una abstracción. Cinco minutos hubieran sido suficientes para medir, en la toma de posesión por el científico de lo que con anterioridad preparó larga y difícilmente –en función de una idea preconcebida-, toda la parte personal del hombre, del investigador que sólo opera porque se ha planteado antes un problema y formulado una hipótesis.
Lo mismo ocurre con el historiador. No hay ninguna Providencia que proporcione al historiador hechos brutos dotados por lo extraordinario de una existencia real perfectamente definida, simple, irreductible. Es el historiador quien da a luz los hechos históricos, incluso los más humildes. Sabemos que los hechos históricos, incluso los más humildes. Sabemos que los hechos, esos ante los cuales se nos exige con tanta frecuencia que nos inclinemos devotamente, son abstracciones entre las que tenemos que elegir necesariamente –y abstracciones cuya determinación obliga a recurrir a los más diversos e incluso contradictorios testimonios-. Así es que esa colección de hechos, que tan menudo se nos presentan como hechos brutos que compondrían automáticamente una historia transcrita en el mismo momento en que se producen los acontecimientos, tiene también una historia. Y lo sabemos: la historia de los progresos del conocimiento y de la consciencia de los historiadores. En tal medida que, para aceptar la lección de los hechos, tenemos perfecto derecho a reclamar que se nos asocie primero al trabajo crítico que sirvió para preparar el encadenamiento de los hechos en el espíritu de quien lo invoca.
[…]Gran Lección para nosotros historiadores. La historia es la ciencia del hombre. No lo olvidemos nunca Ciencia del perpetuo cambio de las sociedades humanas de su perpetuo y necesario reajuste a nuevas condiciones de existencia material, política, moral, religiosa, intelectual, Ciencia de ese acuerdo que se negocia, de la armonía que, perpetua y espontáneamente, se establece en todas las épocas entre las diversas y sincrónicas condiciones de existencia de los hombres: condiciones materiales, condiciones técnicas, condiciones espirituales. Por ahí es por donde la historia descubre la vida. Por eso deja de ser maestra de siervos y de perseguir un sueño mortífero en todos los sentidos de la palabra: imponer a los vivos la ley dictada, pretenciosamente, por los muertos de ayer. […]
Técnica de aprendizaje
II Completa las oraciones con los siguientes conceptos: Social, Historia, Hombres, Problema e Hipótesis y Hechos.
Son abstracciones que determina a la sustancia de los historiadores_____________________
Sólo opera porque se han planteado________________________
Objeto único de la Historia______________________________
Estudio científico de las diversas creaciones de los hombres___________________
La Historia es por definición ________________________
La historia como relación activa con el pasado[3]
Muchos historiadores viven en la comodidad corporativa. La historia en su “oficio”, su “territorio”. Son los especialistas y se les respeta como tales. La prensa y más todavía la televisión, han hecho concreta y familiar su situación de expertos privilegiados del pasado. Esta comodidad corporativa se halla sólidamente instalada en la ambigüedad misma de la palabra “historia”: el movimiento profundo del Tiempo, a la vez que el estudio que de él se hace. La biología estudia la vida, y la astronomía las estrellas. Pero “historia” estudia “la historia”: signo de identificación que alimenta una extraordinaria suficiencia, signo de una trampa que se cierra sobre sí misma.
Sin embargo, todos tenemos conciencia de que la historia es algo muy distinto, y que nos concierne a todos. El lenguaje cotidiano está lleno de referencias a la historia. Tenemos la “rueda de la historia”, que gira implacablemente pero que puede detenerse, acelerarse, volver hacia atrás. Tenemos las “ironías” de la historia, sus estratagemas”, sus “lazos”, sus “designios”, su “interioridades” incluso para los espectadores…Diríase que la historia es una gran maquina autoselectiva, capaz de “retener”, o de “olvidar” los personajes, las fechas, los hechos; tiene incluso sus “vertederos”, ya que está bien organizada. Sería capaz de dar “lecciones”, de distribuir laureles a los que han conseguido subir a su “escenario”, y hasta dictar “sentencias” desde lo alto de su “tribunal”… y a veces mantiene sus “enigmas”, se niega a hablar.
Tras estas fórmulas, tan habituales que ya ni siquiera nos llaman la atención, hay algo coherente y peligroso. Tan peligroso como la pretensión de los historiadores profesionales de acaparar el pasado. A saber, la idea de que la Historia domina a los hombres desde el exterior, que ejerce sobre ellos una autoridad suprema por estar inscrita en un pasado por definición irreversible y que hay que inclinarse dócilmente ante ella. Que, por lo tanto, es el pasado el que manda en el presente.
“Sin embargo, dice Marx, la historia no realiza nada, no posee ninguna riqueza inmensa, no libra batalla alguna. Es más bien el hombre, el hombre vivo realmente, quien realiza todo, quien posee y quien lucha.”
Si el pasado cuenta es por lo que significa para nosotros. Es el producto de nuestra memoria colectiva, es su tejido fundamental. Ya se trate de lo que se ha sufrido pasivamente, Verdum, la crisis de 1929-1930, la ocupación nazi, Hiroshima, o de lo que se ha vivido activamente, el Frente Popular, la Resistencia, mayo del 68. Pero este pasado próximo lejano igualmente, tiene siempre un sentido para nosotros. Nos ayuda a comprender mejor la sociedad en que vivimos hoy, a saber también qué derribar y destruir. La historia es una relación activa con el pasado. L pasado está presente en todas las esferas de la vida social, El trabajo profesional de los historiadores especializados forma parte de este relación colectiva y contradictoria de nuestra sociedad con su pasado; pero no es más que un aspecto particular, no siempre el más importante, y jamás independiente del contexto social y de la ideología dominante.
[…]Con todo nuestro conocimiento del pasado es un factor activo del movimiento de la sociedad, es lo que se ventila en las luchas políticas e ideológicas, una zona violentamente disputada. El pasado, el conocimiento histórico pueden funcionar al servicio de las luchas populares. La historia penetra en la lucha de clases; jamás es neutral, jamás permanece al margen de la contienda, El cantor militante occitano Claude Marti canta a los conscriptos languedocianos rebeldes de 1811, que se negaban a ir a hacerse matar por Napoleón en Alemania o en Rusia y canta a los viñadores amotinados de 1907. Pero el recuerdo de Juana de Arco y los aniversarios de su cabalgata, cada año, los acapara en Francia el nacionalismo reaccionario y el catolicismo conservador.
[…]El intelectualismo: el conocimiento intelectual del pasado constituiría un objeto válido por sí mismo, independientemente de la vida social concreta, Ingeniosamente, los historiadores han inventado la distinción entre la historia que se hace y la historia que se escribe, La primera sería asunto de los “políticos”, con la intervención ocasional, afortunada o lamentable (según se sea de derecha o de izquierda), de las masas populares, La segunda, la que se escribe, estaría a cargo de los historiadores. Pero este intelectualismo está muy profundamente arraigado. Es algo natural para los historiadores de oficio y el “gran público” se ha acostumbrado a él a su vez. Marc Bloch escribió su Apologie pour l´histoire cuando se hallaba expulsado de la Soborna, acosado por los nazis, camino de la Resistencia clandestina, las torturas y la muerte. Sin embargo, declara allí en su lenguaje de dinasta universitario:
El profesionalismo: la historia, el conocimiento del pasado, dependería en primer lugar de las calificaciones técnicas de la habilidad del oficio. El saber histórico circularía en la sociedad según un dispositivo de un solo sentido: se elaboraría asilado, en las esferas eminentes de la investigación especializada, para bajar después de piso, degradándose de uno en otro: manuales escolares, historiadores “aficionados”, vulgarización…
[…] En tanto que la vieja historia de los hechos se mantiene muy vivaz, especialmente en el cine y en la televisión, dos corrientes históricas se encuentran hoy en fase ascendente entre los historiadores franceses: la “Nueva Historia”, cuyos volúmenes colectivos de Pierre Nora y Jacques Le Goff (Faire de l´histoire, París, 1974, 3 vols.) Han sido como un manifiesto, y que está ávida de influir sobre el gran público (editoriales, televisión, etc.); pretende ser atractiva, abierta a todos los problemas del hombre, mentalidades, técnicas, vida y muerte…Y la historia universitaria marxista, apoyada en el prestigio y los medios materiales de la historia académica soviética, así como en las posiciones ganadas desde 1968 por el partido comunista en las estructuras universitarias y académicas del saber histórico en Francia (facultades, revistas doctas, coloquios, etc.) Estas corrientes entre las cuales intervine un juego complejo de rivalidades, compromisos, de cooperación, están fundadas ambas en una común acepción de las falsas evidencias del discurso histórico y de las reglas sociales de funcionamiento de la institución de la historia. Estas dos corrientes sobre cuyas influencia volveremos varias veces en los capítulos siguientes, propagan, una y otra, una concepción de los mecanismos históricos que reposan sobre la continuidad lenta, sobre procesos externos al movimiento activo de las masas. El tejido fundamental de la historia estaría constituido en un caso por la “larga duración” puesta de moda por el profesor Braudel, y en el otro por el lento empuje de las fuerzas productivas entrando ineluctablemente en contradicción con las relaciones de producción (como lo explica doctamente Althusser en su respuesta a John Lewis), lo cual da por resultado de todos modos, desposeer a las masas populares de su historia, expulsarlas de ella,  a la vez porque se reserva su estudio para los especialistas privilegiados y porque se introduce la duda respecto de su capacidad de intervención activa, su capacidad para “hacer historia”. Adeptos de la “Nueva Historia” y Marxistas académicos, como la vieja historia de los hechos, ignoran la relación fundamental entre saber histórico y práctica social.
Técnica de aprendizaje
III Escribe una oración con sujeto verbo y predicado de los siguientes conceptos:
Historiadores
Historia
Pasado
Conocimiento histórico
Carlos Marx
Lucién Febvre
Intelectualismo
Profesionalismo
Historia universitaria marxista
Nueva Historia

El historiador y los hechos[4]
[…] El siglo XIX fue una gran época para los hechos. “Lo que yo quiero –dice Mr. Gradgrind en Tiempos difíciles-, son Hechos…Lo único que se necesita en la vida son Hechos.”En conjunto, los historiadores decimonónicos estaban de acuerdo con él. Cuando Ranke, en el cuarto decenio del siglo, apuntaba, en legítima protesta contra la historia moralizadora, que la tarea del historiador era “sólo mostrar lo que realmente aconteció (wie es eigentlich gewesen)”, este no muy profundo aforismo tuvo un éxito asombroso. Tres generaciones de historiadores alemanes, británicos e incluso franceses, se lanzaron al combate entonando la formula mágica “wie es eigentlich gewesen”, a modo de conjuro, encaminada, como casi todos los conjuros, a ahorrarles la cansada obligación de pensar por su cuenta. Los positivistas, ansiosos por consolidar su defensa de la historia como ciencia, contribuyeron con el peso de su influjo a este culto de los hechos. Primero averiguad los hechos, decían los positivistas; luego deducid de ellos las conclusiones. En Gran Bretaña esta visión de la historia encajó perfectamente con la tradición empírica, tendencia dominante de la filosofía británica de Locke a Bertrand Russel. La teoría empírica del conocimiento presupone una total separación entre el sujeto y el objeto. Los hechos, lo mismo que las impresiones sensoriales, inciden en el observador desde el exterior, y son independientes de su conciencia. El proceso receptivo es pasivo: tras haber recibido los datos, se los maneja. El Oxford Shorter English Dicitionary, útil pero tendenciosa obra  de la escuela empírica, delimita claramente ambos procesos cuando define el hecho como “dato de la experiencia, distinto de las conclusiones”. A esto puede llamársele concepción de sentido común de la Historia. La historia consiste en un cuerpo de hechos verificados. Los hechos los encuentra el historiador en los documentos, en las inscripciones, etcétera, lo mismo que los pescados sobre el mostrador de una pescadería. El historiador los reúne, se los llevan a casa, donde los guisa y lo sirve como a él más le apetece. Acton, de austeras aficiones culinarias, los preferiría con un condimento sencillo, En su carta de instrucciones a los colaboradores de la primera Cambridge Modern History, formulaba el requisito de que “nuestro Waterloo debe ser satisfactorio para franceses e ingleses, alemanes y holandeses por igual: que nadie pueda decir, sin antes examinar la lista de los autores, dónde  dejó la pluma el Obispo de Oxford, y dónde la tomaron Fairbairn o Gasquet, dónde Lieberman o Harrison” Hasta el propio Sir. George Clark, no obstante su desacuerdo con el enfoque de Acton, contraponía “el sólido núcleo de los hechos” en la historia, a “la pulpa de las interpretaciones controvertibles que lo rodea”, olvidando acaso que en la fruta da más satisfacción la pulpa que el duro hueso. Cerciórense primero de los datos, y luego podrán aventurarse por su cuenta y riesgo en las arenas movedizas de la interpretación; tal es la última palabra de la escuela histórica empírica del sentido común. Ello recuerda el dicho favorito del gran periodista liberal C.P. Scott: “los hechos son sagrados, la opinión libre”. Pero está claro que así no se llega a ninguna parte. No voy a embarcarme a una disquisición filosófica de la naturaleza de nuestro conocimiento del pasado.  Supongamos, a efectos de la discusión presente que el hecho de que César parara el Rubicón y el hecho de que haya una mesa en el centro de esta sala son datos de igual orden, o de orden parecido, y que ambos datos penetran en nuestra conciencia de modo igual o parecido, y que ambos tienen además el mismo carácter objetivo en relación con la persona que los conoce. Pero aun en el caso de esta suposición atrevida y no del todo plausible, nuestro razonamiento topa con el obstáculo de que no todos los datos acerca del pasado son hechos históricos, ni son tratados como tales por el historiador. ¿Qué criterio separa los hechos históricos de otros datos acerca del pasado?
¿Qué es un hecho histórico? Es ésta una cuestión crucial en la que hemos fijarnos algo más atentamente. Según el punto de vista del sentido común, existen hechos básicos que son los mismos para todos los historiadores y que constituyen, por así decirlo, la espina dorsal de la historia: el hecho, pongamos por caso, de que la batalla de Hastings se librara en 1066. Mas esta opinión sugiere dos observaciones. La primera que no son datos como éste los que interesan fundamentalmente al historiador. Sin duda es importante saber que la gran batalla tuvo lugar en 1066 y no en 1065 ó 1067, o que se librara en Hastings, en vez de en Eastbourne o Brighton. El historiador tiene que saber estas cosas con exactitud. Pero, cuando se suscitan problemas como éste, recuerdo siempre aquella observación de Housman: “La precisión es un deber, no una virtud”. Elogiar a un historiador por la precisión de sus datos es como encomiar a un arquitecto por utilizar, en su edificio, vigas debidamente preparadas o cemento bien mezclado. Ello es condición necesaria de su obra, pero no su función esencial.
Precisamente en cuestiones de éstas se reconoce al historiador el derecho a fundarse en las que se han llamado “ciencias auxiliares” de la historia: la arqueología, la epigrafía, la numismática, la cronología, etc. No se espera del historiador que domine las técnicas especiales merced a las cuales el perito sabrá determinar el origen y el periodo de un fragmento de cerámica o de mármol, o descifrar una inscripción oscura, o llevar a cabo los complejos cálculos astronómicos necesarios para fijar una fecha precisa. Los llamados datos básicos, que son los mismos para todos los historiadores, más bien suelen pertenecer a las categorías de materias primas del historiador que a la historia misma, La segunda observación que hemos de hacer es que la necesidad de fijar estos datos básicos no se apoya en ninguna cualidad de los hechos mismos, sino en una decisión que formula el historiador a priori. A pesar de la sentencia de C.P. Scott, todo periodista sabe hoy que la forma más eficaz de influir en la opinión consiste en seleccionar y ordenar los hechos adecuados, Solía decirse que los hechos hablan por sí silos, Es falso, por supuesto. Los hechos sólo hablan cuando el historiador apela a ellos: él es quien decide a qué hechos se da paso, y en qué orden y contexto hacerlo. Si no me equivoco, era un personaje de Pirandello quien decía que un hecho es como un saco; no se tiene de pie más que si metemos algo dentro. La única razón por la que nos interesa saber que la batalla se libró en Hastings en 1066 estriba en que los historiadores lo consideran hecho histórico de primordial importancia. Es el historiador quien ha decidido, por razones suyas, que el paso de aquel riachuelo, el Rubicón, por César, es un hecho que pertenece a la historia, en tanto que el paso del Rubicón por millones de otras personas antes y después, no interesa a nadie en absoluto. El hecho de que ustedes llegaran a este edificio hace media hora, a pie en bicicleta o en coche,, es un hecho del pasado como pueda serlo el hecho de que el César pasara el Rubicón. Pero los historiadores dejarán seguramente de tener en cuenta el primero de ambos hechos, El profesor Talcott Parsons calificó una vez la ciencia de “sistema selectivo de orientaciones cognitivas hacia la realidad”. Tal vez podría dicho con más sencillez. Pero lo cierto es que la historia es eso, entre otras cosas. El historiador es necesariamente selectivo, La creencia en un núcleo óseo de hechos históricos existentes objetivamente y con independencia de la interpretación del historiador es una falacia absurda, pero dificilísima de desarraigar.
Echemos una ojeada sobre el proceso por el cual un mero dato del pasado se convierte en un hecho histórico. En 1850, en  Stalybridge Wakes, un vendedor de golosinas era deliberadamente golpeado hasta la muerte por una muchedumbre enfurecida, tras una disputa sin importancia. ¿Es ello un hecho histórico? Hace un año hubiese contestado que no sin vacilar, Lo había recogido un testigo ocular en ciertas memorias poco conocidas; pero nunca vi que ningún historiador lo considerase digno de mención. Hace un año. El Dr. Kitson Clark lo citó en sus conferencias Ford en Oxford. ¿Confiere esto al dato el atributo de histórico? Creo que aún no. Su situación actual, diría yo, es la de que se ha presentado su candidatura, diría yo, es la de que se ha presentado su candidatura para el ingreso en el selecto club de los hechos históricos. Se encuentra ahora aguardando partidarios y patrocinadores. Puede que en años sucesivos veamos aparecer este dato, primero en notas a pie de página, y luego en el texto, en artículos y libros acerca de la Inglaterra decimonónica, y que dentro de veinte o treinta años haya pasado a ser un hecho histórico sólidamente arraigado. Como también puede que nadie lo menciones, en cuyo caso volverá a sumirse en el limbo de los hechos del pasado no pertenecientes a la historia, de donde el Dr. Kitson Clark ha tratado generosamente de salvarlo, ¿Qué será lo que decida cuál de ambas cosas ha de suceder? Dependerá pienso yo, de que la tesis o la interpretación en apoyo de la cual el Dr, Kitson Clark cité este incidente sea aceptada por los demás historiadores como válida e importante. Su condición de hecho histórico dependerá de una cuestión de interpretación, Este elemento interpretativo interviene en todos los hechos históricos.
[…] El fetichismo decimonónico de los hechos venía completado y justificado por un fetichismo de los documentos. Los documentos eran, en el templo de los hechos, el Arca de la Alianza. El historiador devoto llegaba ante ellos con la frente humillada, y hablaba de ellos en tono revente. Si los documentos lo dicen, será verdad. Mas, ¿qué nos dicen, a fin de cuentas, tales documentos: los decretos, los tratados, las cuentas de los arriendos, los libros azules, la correspondencia oficial, las cartas y los diarios privados? No hay documento que pueda decirnos acerca de un particular más de lo que opinaba  de él su autor, lo que opinaba que había acontecido, lo que en su opinión tenía que ocurrir u ocurriría, o que él pensaba, o incluso solamente lo que él mismo creyó pensar. Todo esto no significa nada, hasta que el historiador se ha puesto a trabajar sobre ello y lo ha descifrado. Los datos, hayan sido encontrados en documentos o no, tienen que ser elaborados por el historiador antes de que él pueda hacer algún uso de ellos: y el uso que hace de ellos es precisamente un proceso de elaboración.
[…]. El historiador no es el humilde siervo ni el tiránico dueño de sus datos, La relación entre el historiador y sus datos es de igualdad, de intercambio, Como todo historiador activo sabe, si se detiene a reflexionar acerca de lo que está haciendo cuando piensa y escribe, el historiador se encuentra en trance continuo de amoldar sus hechos a su interpretación y ésta a aquéllos. Es imposible dar la primacía a uno u otro término.
El historiador empieza por una selección provisional de los hechos y por una interpretación provisional a la luz de la cual se ha llevado a cabo dicha selección, sea ésta obra suya o de otros. Conforme va trabajando, tanto la interpretación como la selección y ordenación de los datos van sufriendo cambios sutiles y acaso parcialmente inconscientes, consecuencia de la acción recíproca entraña reciprocidad entre el pasado y el presente, porque el historiador es parte del presente, en tanto que sus hechos pertenecen al pasado, El historiador y los hechos de la historia se son mutuamente necesarios, Sin sus hechos, el historiador carece de raíces y es huero; y los hechos son el historiador, muertos y falsos de sentido, Mi primera contestación a la pregunta de qué es la Historia, será pues la siguiente: un proceso continuo de interacción entre el historiador y sus hechos, un diálogo sin fin entre el presente y el pasado.
Técnica del aprendizaje
IV Contesta apegado a la lectura anterior las siguientes preguntas:
¿Qué son los hechos históricos?
¿Cuál es la metodología que siguen los positivistas?
¿Qué dice la propuesta de la Teoría Empirista del Conocimiento?
¿Cuáles son las ciencias auxiliares de la Historia?
¿Qué papel juega el documento según E. H. Carr?
¿Cómo trabaja el historiador  en busca de su interpretación?

El capitalismo, agente unificador de la historia[5]
El capitalismo es cualitativamente distinto de las formaciones socioeconómicas que la han precedido. Está fundado a la vez en la capacidad y en la necesidad de un autodesarrollo ilimitado: el capital, base del sistema no puede subsistir sino ampliado su sustancia; tiene constantemente necesidad de invertirse en nuevas actividades productoras de plusvalor  y, por lo tanto de nuevos capitales a los que habrá que encontrar a continuación nuevos mercados… El dinamismo interno imperioso del sistema le abría un campo de actividad que no podía detenerse sino en los límites mismos del planeta. Una de las páginas más celebres del manifiesto comunista describe esta “invasión del globo” en términos que conservan una sorprendente lozanía a más de un siglo de distancia:
“Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes.
Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente, Son suplantadas por nuevas industrias cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no emplean materias primas indígenas sino materias primas venidas de las más lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no sólo se consumen en el propio país, sino de todas las partes del globo. En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas  con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más diversos. En lugar del antiguo aislamiento y la amargura de las regiones y naciones, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones, Y esto se refiere tanto a la producción material como a la intelectual. La producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal.
Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastra a la corriente de la civilización a todas las naciones, hasta a las más bárbaras.
[…] Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. En una palabra; se forja un mundo a su imagen y semejanza.
En este sentido, la historia universal, la fusión de la historia particular de los diferentes pueblos en un destino común, comenzó realmente con el siglo XVI. No hay tan sólo ensanchamiento geográfico de las corrientes de intercambios a través del planeta entero, y constitución de una historia universal en el sentido espacial del término. Simultáneamente, la historia de cada pueblo se trasforma cualitativamente por la intervención de mecanismos unificadores y comunes: mercado mundial que orienta la producción de cada país en función de sus exigencias, precios mundiales, grupos financieros mundiales de la Compañia de las Indias Orientales a las “multinacionales” gigantes de hoy. Todo esto contribuye poderosamente a universalizar los propios mecanismos de la historia, y no sólo su campo geográfico, Ni aun la formación del campó socialista ha modificado fundamentalmente esta situación, tanto antes como después de su ruptura en 1960. Los países socialistas de Europa evolucionan cada vez más en el surco del capitalismo occidental; aguardan sus directivas. Necesitan sus equipos de punta, persiguen su modelo de consumo. En cuanto a China, afirma que es preciso contar primero con sus propias fuerzas; pero sabe que, a pesar de todo, es tributaria del mercado capitalista mundial como modo de producción dominante: cotizaciones internacionales de materias primas, mecanismos financieros internacionales, fábricas “llaves en mano”.
[…]Las guerras mundiales del siglo XX han influido directa o indirectamente en el planeta entero: dispersión de los teatros de operaciones terrestres y marítimas, movilización y desplazamientos de la mano de obra militar (“ejércitos”) y civil, reorientación profunda de la producción industrial, crisis del poder político en los países coloniales y dependientes, ocupación extranjera… La sociedad internacional se ha organizado por su parte en el plano político-administrativo y se ha dado estructuras específicas superpuestas a los estados en principio soberanos: Sociedad de las Naciones después de la primera guerra mundial, Naciones Unidas y más todavía las innumerables agencias técnicas que controlan cada vez más los aspectos de la vida social: control aéreo, Interpol, reglas médicas, etcétera.
Las fuerzas políticas revolucionarias suscitadas por el capitalismo operan también a una escala mundial. Esto era ya cierto de la corriente demócrata revolucionaria, projacobina, que en la época de la revolución francesa encontró ecos en Chile y en Egipto, en Nueva Inglaterra y en Batavia, en Rusia y en el Mysore. Es mucho más cierto todavía respecto de los movimientos revolucionarios anticapitalistas; las tres “Internacionales” obreras, la ideología socialista, el marxismo, y a su vez el izquierdismo extremista contemporáneo han sido y son unas fuerzas políticas de amplitud universal.
[…] Marx, embargado por completo por la visión grandiosa de la nivelación capitalista y por sus inmensas consecuencias (“la burguesía arrastra en la corriente de la civilización hasta las naciones más bárbaras”), fue menos sensible al efecto inverso: la polarización entre países explotadores y países explotados. Aun así, se le deben densas páginas sobre la contribución irremplazable de la miseria hindú al despegue económico de Inglaterra en el siglo XVIII. Hoy, son estos efectos de polarización los que más nos impresionan. La ciudad mundial, como se dice en China, no puede subsistir en su estructura actual y a su nivel actual sino a expensas del poblado mundial, no puede subsistir sino explotándolo cada vez más.
Técnica de aprendizaje
V. Contesta las siguientes preguntas:
a. Porqué el capitalismo es distinto al feudalismo
b. La burguesía es un agente histórico que ha trasformado al mundo, resume sus actividades.
c. ¿Cuáles han sido las fuerzas políticas revolucionarias que se han opuesto al capitalismo?
d. Error y acierto de Carlos Marx según Jean Chesneaux

Historia y práctica social: en el campo del poder[6]
En las sociedades de clases, la historia forma parte de los instrumentos por medio de los cuales la clase dirigente mantiene su poder. El aparato del estado trata de controlar el pasado, al nivel de la política práctica y al nivel de la ideología, a la vez.
Es Estado, el poder, organizan el tiempo pasado y conforman su imagen en función de sus intereses políticos e ideológicos, En el antiguo Egipto faraónico o en la China de las dinastías imperiales, era la sucesión de las dinastías imperiales, era la sucesión de las dinastías la que hacía los cortes de la historia, jalonaba el tiempo, fechaba los años, formaba la sustancia de la conciencia histórica colectiva. La historia, redactada por comisiones oficiales de escribas o de mandarines, era un servicio de Estado que presentaba el poder monárquico como la base de toda la máquina social, a través de la dimensión misma de la historia de Francia hasta el siglo XIX; dispuesta de acuerdo con la sucesión de las regias dinastías: desde la infancia se grababa en las mentes el nombre de los merovingios, de los carolingios, de los capetos, y con ellos toda la ideología subyacente de aceptación del poder monárquico. Sí el discurso histórico de la burguesía ascendente es en apariencia más liberal, si aspira a una reflexión más general sobre el curso de la historia, es porque la “Antigüedad” y la “Edad Media” son buenas para hacer resaltar por contraste los “Tiempos modernos”, que realizan la dominación de la burguesía y le abren el porvenir. La estructura del pasado elaborada por los historiadores franceses del siglo XIX, los Tocqueville, los Duruy, los Lavisse, los Seignobos, era desde el punto de vista ideológico muy coherente: el “progreso” iba a desembocar en el propio poder de la clase ascendente y aseguraba su perennidad.
[…] A veces también la utilización del pasado es menos directa, menos explícita. Si se llama a la historia en defensa del orden establecido y de los intereses de las clases dirigentes, es por el rodeo de la ideología difusa: manuales escolares, filmes y televisión, imaginería… Así, los libros de escuela presentan una imagen de Luis XIV que no es inocente. El “gran hombre” es dueño de la historia ayer y, por lo tanto, hoy. Sus fracasos provienen de sus “faltas”, y así se inculca en la mente de los niños la idea de una culpabilidad moralizante. La guerra civil, para tomar otro ejemplo, se halla siempre en esos manuales marcada con un signo negativo muy profundo, por oposición a la guerra extranjera, hora de la prueba, de sacrificio y de gloria; la guerra civil es la catástrofe suprema: armagnacs y borgoñones, guerras de religión, comunas de 1871. Las estampas propagaban muy eficazmente, en el siglo XIX, esta ideología difusa compuesta de referencias históricas, entre las masas francesas incultas a la sazón. Prestigio del ejército y de los soberanos, moralismo familiar, valor saludable del trabajo. Lo mismo puede decirse de la moda “retro” en el cine francés. En los comienzos de los años 1970, reflejaba muy estrictamente los mecanismos políticos por medio de los cuales la camarilla Pompidou trataba de mantenerse en el poder; los filmes sobre la Belle Epoque, los años 1925 y sobre todo, Vilchy, destilaban el cinismo político, el arribismo individual, la ignorancia deliberada de los problemas del presente.
[…] El poder controla todavía el pasado de manera mucho más activa y directa. Funda su práctica política, su decisión, sus opciones, en el pasado, sobre todo el más reciente, tal como lo conoce por medio de su policía, sus oficinas de investigación y sus informes administrativos. Se trata de una “historia inmediata” de Estado, que opera en secreto, tanto para reunir sus materiales como para utilizarlos. Funciona en provecho exclusivo del poder, y con una eficacia que pueden atestiguar quienes la conocen, por ejemplo, cuando esos documentos son divulgados súbitamente después de una guerra, de una revolución o de un escándalo. Esta historia activa fundada directamente sobre la relación presente-pasado es infinitamente más eficaz que no pocos discursos profesionales de historiadorres…
El poder del Estado vigila igualmente, en la fuente, el conocimiento del pasado. La gran mayoría de los “documentos de primera mano”, que tanto les gustan a los historiadores son de origen estatal o paraestatal, y es particularmente cierto en todo aquello que se refiere a los documentos cuantificados. El territorio del historiador está profundamente marcado, jalonado por el dispositivo de represión […], nuestra memoria es la memoria del poder que funciona como una monstruosa registradora […]; archivos del aparato del Estado (fisco, moneda, etc.), archivos de Iglesia (contabilidad, eclesiástico, hospitales, registros parroquiales); archivos de los poderes privados (grandes fincas señoriales, grandes compañías comerciales […] De lo real, no conocemos sino aquello que podemos inferir de las series de indicios que es el aparato de poder ha registrado y nos ha trasmitido.
El control del pasado y de la memoria colectiva por el aparato del estado actúa sobre las “fuentes”. Muy a menudo tiene carácter de una retención en la fuente…Secreto de los archivos, cuando no destrucción de los materiales embarazoso. Este control estatal da por resultado que lienzos enteros de la historia del mundo no subsistan sino que por lo que de ellos han dicho o permitido decir los opresores. Los levantamientos campesinos chinos son conocidos por lo que han escrito los historiadores mandarines, los cartagineses por los textos romanos, los albigenses por los cronistas reales o pontificales. Unas veces se mutila y deforma, otras se hace silencio completo. En el término extremo de esta lógica de Estado, los mandarines confucianos llamaban fei a los rebeldes y a los disidentes; fei, partícula gramatical negativa, lo que no han existido, los que no cuentan a los ojos de la historia…
[…] El control del pasado por el poder es un fenómeno común a todas las sociedades de clase; pero se efectúa según modalidades específicas, en función de las exigencias de cada modo de producción dominante. En las sociedades asiáticas, la historia es un asunto de estado, un atributo esencial y un apoyo esencial de cada ciclo dinástico. En el occidente feudal, la historia es la prolongación del discurso moral y religioso del cristianismo medieval; ilustra la edificación de acuerdo con la moral cristiana, la aceptación de la omnipotencia divina, el respeto del poder monárquico y señorial. En la Unión Soviética, muy alejada en apariencia en su estructura social, se encuentra una relación igualmente específica. La teoría llamada de los cinco estadios permite desde la época estalinista esquematizar cómodamente la historia del mundo: comuna primitiva, esclavitud, feudalismo, capitalismo, socialismo. El poder de la burocracia soviética se presenta como el punto culminante de toda la historia, su legitimidad se halla fundamentada para siempre; la práctica de la historia forma parte de los mecanismos de defensa de la nueva capa privilegiada. En China, donde la situación es mucho más compleja, y donde se habla abiertamente de “lucha entre las dos líneas”, se encuentra contradictoriamente una historia popular vivida al nivel de las masas fundada sobre su experiencia propia, y unas prácticas autoritarias, dogmáticas. De una parte, se hace un amplio llamamiento a la historia popular; de otra, se difama bruscamente toda la carrera anterior de Liu Shao-qi cuando sobreviene la crisis o se cubre con el secreto de Estado el caso Lin Biao, del que no se dan más versiones tardías y fragmentarias, al menos en el extranjero. En la época del capitalismo liberal, existe también una relación específica entre las exigencias del modo de producción dominante y el funcionamiento del saber histórico. Pero esta relación no es directa, mecánica, Está constituida a la vez por intervenciones abiertas del Estado, muchos ejemplos de las cuales acaban de ser citados, así como por presiones ideológicas difusas. Los historiadores están convencidos de disponer de su “libertad científica”, pero reproducen en su actividad profesional todas las conductas características de la sociedad capitalista en su conjunto […]
Técnica de aprendizaje
VI. Contesta las preguntas basadas en la lectura anterior
1.       ¿Cómo el Estado, a través de la Historia, organiza el pasado?
2.      ¿Porqué la Historia tiene que realizar la defensa del orden establecido?
3.      En qué consiste la teoría llamada de los “cinco estadios”
4.      ¿Porqué los historiadores reproducen en su actividad profesional los intereses del sistema?
















UNIDAD II. Introducción a los problemas teóricos de la Historia.
Los objetivos del aprendizaje son:
Los alumnos conocerán algunas categorías históricas e identificarán los principales problemas teóricos de la Historia y valoran los factores que explican los procesos históricos.

Las categorías históricas combinadas con los contenidos disciplinarios en la enseñanza-aprendizaje de la Historia Posibilitan las habilidades intelectuales que deben hacer suyas los alumnos.
Mtro. Tomás Rios Hernández
Las categorías históricas son un núcleo básico en los contenidos disciplinarios y que a través de la didáctica, la psicopedagogía y la evaluación intentan proyectan tanto conocimientos históricos como las habilidades intelectuales hacía los aprendizajes de los alumnos; entre otros se puede mencionar los siguientes:
·         La noción de tiempo histórico  (y su binomio espacio).
·         La empatía histórica.
·         El relativismo histórico.
·         Las explicaciones históricas y la causalidad.
·         El pensamiento crítico.
·         El empleo de las fuentes históricas.
A continuación se explicará algunas de las habilidades intelectuales, con la intención de enfocar su sentido formativo y de consolidación ante la trascendencia que pueden tener a través de estas habilidades.
a)      Tiempo histórico
La concepción histórica-filosófica del tiempo se ha elaborado conjuntamente con la del espacio y, en general, se han dado a ambas cuestiones soluciones similares.
La filosofía aristotélica escolástica define el tiempo como la medida del movimiento según un antes y un después. Newton lo concibe como algo absoluto y real que por su propia naturaleza fluye uniformemente sin relación con nada externo. Kant mantiene que el tiempo es una forma a priori de la sensibilidad y por lo mismo una de las condiciones de posibilidad del conocimiento de los fenómenos. En el siglo XIX surgen una serie de filosofías, de las cuales la más significativas es la de Bergson, a las que se califica a veces de “temporalistas” por la relevancia que adquiere en ellas la noción del tiempo.[7]
El tiempo histórico es fundamental para la comprensión y el conocimiento de la historia, también es conocido como temporalidad y es una de las categorías históricas de más difícil asimilación por los niños, los adolescentes e incluso, los adultos.[8]
La idea de tiempo histórico está hoy en crisis pues no hay relación entre el tiempo que configura el vivir cotidiano de los alumnos, distorsionado por múltiples condicionamientos políticos, sociales, familiares, etc., y el tiempo histórico o memoria histórica de los historiadores. Este tiempo de los textos y los libros se puede memorizar convertido en cronología pero no es suficiente, sino todo lo contrario, para captar las variables implicadas en la temporalidad: simultaneidad, duración, etc.[9]
La cronología es un instrumento que sirve como medida temporal para comprender el tiempo histórico y el cambio social que cada sociedad se ha dotado. La función de la cronología consiste en enmarcar en el tiempo todos los fenómenos históricos.
El dominio de la cronología por parte de nuestros alumnos les permiten poseer una habilidad que se vincula en el calculo de las diferentes duraciones, para ubicar “el cuando” de un hecho o de un fenómeno histórico con relación al que lo precede, al que lo sigue o a otros hechos que pasan simultáneamente y también para situarlo con su presente.
La cronología es el soporte necesario e imprescindible del tiempo histórico, pero no se puede confundir con él. La cronología posibilita materializar el tiempo con una combinación con el espacio y visualizar las distancias entre los hechos históricos y la duración del mismo.
La cronología actúa por repetición igual y homogénea, por unidades idénticas (día, año, siglo, etc.). Además, es un instrumento técnico de medida y un instrumento social de referencia para la regulación de las acciones individuales y colectivas.
El mando de la cronología permite orientarse en el tiempo, es decir, saber cuándo pasan, han pasado o pasarán las acciones, los hechos, las cosas y relacionar las acciones o los fenómenos entre sí según hayan pasado antes o después (la sucesión) o pasen a la vez (la simultaneidad). Permite establecer sucesiones diacrónicas poniendo de relieve las diferencias existentes entre distintos procesos históricos y sincronías históricas entre procesos o acontecimientos paralelos.[10]
Mientras que el tiempo histórico revela el conjunto de cambios que se han producido en las entrañas de cualquier sociedad y sus respectivas modificaciones que la han hecho evolucionar. Estas mutaciones afectan los aspectos sociales, políticos, culturales, etcétera.
Asimismo se proyectan a niveles personales en los actos que realizamos en nuestra vida cotidiana, en donde se encuentran en una contradicción de forma permanente y buscar las innovaciones necesarias para cada grupo social.
¿Cómo se adquiere la conciencia sobre la posesión de la temporalidad?
·         En un primer momento a través de las propias percepciones y de las construcciones de los ritmos subjetivos con características internos y externos que están vinculados a los procesos biológicos, culturales, sociales entre otros en los diferentes estadios del desarrollo de los individuos como son casos de la infancia, la niñez, la adolescencia, la madurez y la ancianidad.
·         En los cambios tan maltrechos que en la actualidad presentan las estaciones de año o para algunos, por sus recorridos en las diferentes instituciones escolares hasta lograr la profesión
·         Para otros en el mundo del trabajo a temprana edad con sus responsabilidades y movilidades para lograr el oficio que le de estabilidad.
·         En los aspectos sociales, la temporalidad se adquiere con pautas y normas de la conducta y la personalidad dentro de una colectividad. Sin embargo, la concepción del tiempo no se adquiere de forma espontánea e intuitiva es necesario el estudio disciplinario para poseer estos rasgos intelectuales necesarios para analizar, comprender e intentar explicar el tiempo social de su entorno personal y colectivo es lo que da sentido a la propia existencia.

La vida y las acciones humanas se desarrollan en el tiempo; en un tiempo que se vive y se experimenta personalmente pero que está inmerso en un tiempo social que lo enmarca, lo contextualiza y lo explica, La experiencia de tiempo se adquiere desde el nacimiento en el interior del grupo y de la colectividad, el contacto con las personas y las cosas. De esta experiencia emana una cierta conciencia de temporalidad, de percepción mental del tiempo, que cambia y se modifica con la edad y con nuevas experiencias, La temporalidad constituye un elemento fundamental de la personalidad individual y es un aspecto esencial de la construcción social de la realidad.[11]
El tiempo está constituido por el pasado, el presente y el futuro; sí no hay pasado no podrá haber presente. En el pasado se encuentran tanto en las permanencias como en los cambios, los cuales se dan a través de la sucesión y la simultaneidad en las diferentes duraciones del tiempo social como es el tiempo corto (acontecimientos), el tiempo medio (la coyuntura) y el tiempo largo (estructurales) todos ellos pueden ser ubicados a través de la cronología y la periodización.
[…] La historia tradicional atenta al tiempo breve, al individuo y al acontecimiento, desde hace largo tiempo nos ha habituado a su relato precipitado, dramático, de corto aliento basado especialmente en los personajes, la política y las batallas de corte militar. [12]
La historia económica coloca en primer plano de su investigación la oscilación cíclica y apuesta por su duración: […] De esta forma, existe hoy, junto al relato (o al recitativo) tradicional, un recitativo de la coyuntura que para estudiar al pasado lo divide en amplias secciones: decenas, veintenas o cincuentenas de años. […][13]
Fernand Braudel señaló que existe una historia de larga duración basada en las estructuras y él explica que una estructura es indudablemente un ensamblaje, una arquitectura; pero, más aún, una realidad que el tiempo tarda enormemente en desgastar y en transportar. Ciertas estructuras están dotadas de tan larga vida que se convierten en elementos estables de una infinidad de generaciones: obstruyen la historia, la entorpecen y, por tanto, determinan su transcurrir. Otras por el contrario, se desintegran más rápidamente.[14]
El tiempo social tiene interrelación con el cambio social a través de las relaciones del hombre y su medio (territorio, condicionamientos y las relaciones del uso de las cosas y los actos de rapiña). A un nivel superior, el tiempo se relacionan socialmente con los fenómenos demográficos, las relaciones de propiedad, los tecnológicos, la división del trabajo y las organizaciones sociales entre otras; también se vinculan con las relaciones culturales y la mentalidad como son los valores, la ideología, la religión, la política, el derecho, el arte, la literatura y las tradiciones. El tiempo y sus relaciones sociales nos permiten percibir nuestro presente con todas sus formas sus ritmos y sus duraciones.
Mientras que el tiempo histórico ordena y explica el conjunto de cambios que se produjeron en el seno de una sociedad y la modificación, la hicieron evolucionar, Estos cambios afectan tanto a los fenómenos sociales más generales como a los aspectos de la vida cotidiana, a las acciones que los hombres y las mujeres realizan como agentes de la construcción de la realidad, Hemos agrupado estos fenómenos en tres bloques: el que incluye las relaciones entre el hombre y el medio ambiente, el de las relaciones sociales propiamente dichas, y el de los aspectos culturales y de mentalidad.[15]
Las periodizaciones son discusiones básicas sobre como dividir en períodos el pasado y de los métodos para la reconstrucción del proceso histórico por parte de los historiadores, y es vital porque de no saberlo se corre los peligros de la divagación, la confusión que se verá reflejada en las investigaciones que realicen y sus lectores se darán cuenta cuando intenten estudiar los libros producidos con errores en la periodicidad.
La importancia de la división del pasado de la historia en periodos es indispensable en su estudio y posterior escritura, como también su enseñanza a cualquier nivel escolar. Los historiadores y los profesores de historia, basamos nuestras opiniones y acciones sobre cómo trabajar con el pasado en la periodización:
Jerzy Topolski lo dice con claridad: El acercamiento del historiador a la división de un fragmento concreto del pasado en períodos más cortos depende de su intento de encontrar construcciones simples ó sintéticas. […][16]
La atención prestada por Carlos Marx y Federico Engels contribuyeron al factor de la periodización histórica y la continuidad de los historiadores marxistas han llegado a considerarlo como el factor fundamental de la periodización, pero que sólo sirve para la división de la historia humana en sus etapas básicas; respecto a períodos más cortos, se usan en la misma medida otros factores, especialmente el político.[17]
Técnica de aprendizaje
I. Contesta las preguntas basadas en la lectura anterior
a.      ¿Qué son las categorías históricas?
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b.      ¿Por qué la idea del tiempo histórico está hoy en crisis?
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c.       ¿Qué es la cronología y cuál es su función principal?
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d.      Escribe tres características de la cronología con relación al tiempo.
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e.       Anota las proyecciones del tiempo histórico.
___________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
f.       Registra las diferentes duraciones del tiempo social
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g.      ¿Cuáles son las diferencias entre el tiempo social y el tiempo histórico?
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h.      ¿Qué son las periodizaciones?
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i.        ¿Por qué los historiadores necesitan trabajar con el pasado a través de la periodización?
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Continuación de la lectura: Las categorías históricas…. Del Mtro. Tomás Rios
Empatía histórica
La empatía histórica tiene dos habilidades, una es cognitiva y la otra es afectiva,
[…] Está relacionada con la posibilidad de entender no necesariamente de compartir o avalar las acciones de los hombres en el pasado, desde la perspectiva de ese pasado. De acuerdo con Domínguez, sólo es posible ponerse en el lugar del agente histórico y considerar la perspectiva del pasado, si se tiene a disposición un aparato conceptual elaborado en el presente que permite al sujeto construir un modelo mental distinto al suyo propio. De esta manera, se requiere el conocimiento de diferentes formas de vida, concepciones del mundo, sistemas de creencias y escalas de valores.[18]
En las aulas es posible trabajar con la empatía histórica siempre que exista un diseño de experiencias didácticas apropiado y que permitan a los alumnos reflexionar en grupo. Sin embargo, ésta estrategia no está exenta de las creencias arraigadas en los prejuicios y los falsos supuestos, de ahí la importancia del trabajo con los valores y las actitudes que los alumnos tendrán que reaprender. La comprensión de la empatía de los agentes históricos del pasado es favorecida a través de las actividades intelectuales que involucra entre otras a la analogía, la cual traza paralelismos entre los hechos pasados y la experiencia del presente del alumnado y el uso de la imaginación para realizar actividades de tipo “[…]supón que tú fueras[…]”[19], sin descuidar la necesaria instrucción conceptual básica y trasformar las informaciones y las explicaciones teóricas necesarias en la comprensión de los hechos y su contexto histórico de forma específico.
Las actividades empaticas han sido los sociodramas que representan a los determinados hechos y algunas personas que han pasado a la historia por sus obras. Asimismo, la lectura de textos literarios con orientación histórica, novelas biográficas; sin olvidar los análisis sobre fuentes escritas y visuales como los documentos y las películas históricas, todas estas opciones didácticas que apoyan la noción de empatía histórica. Dichas actividades serán de un gran apoyo solo sí está precedidos por un tratamiento docente deliberado y orientado a que los alumnos superan su visión egocéntrica y presentista de la historia.[20]
A continuación se presentará el cuadro número dos,  sobre los niveles en la construcción de la empatia histórica. La siguiente clasificación es la propuesta por Sabih y Lee (1987) sobre la noción de empatía, basada en un estudio realizado con estudiantes ingleses de 11 a 18 años.
Cuadro número 2: Niveles en la construcción de la empatía histórica.

Nivel I
Ausencia de empatía histórica. Se juzga el pasado con criterios del presente.
*Consideran que cuanto más lejano es el pasado, más primitivos eran los hombres.
*Los hombres de hoy son más inteligentes que los del pasado. Los del pasad no tenían televisión, microondas, video, etcétera.
*El pasado se convierte en un catálogo de comportamientos absurdos.
Nivel II
Estereotipos generalizados
*A veces son capaces de establecer diferencias muy generales entre la gente del pasado y la actual, pero lo hacen con intención de poner de manifiesto lo absurdo del comportamiento de los hombres del pasado.
*En general, no se distingue entre lo que la gente sabe y piensa en la actualidad y lo que sabía y pensaba en el pasado
Nivel III
Empatía basada en su experiencia cotidiana
*Las acciones, las instituciones, etc., son entendidas dentro de una situación específica, que es vista en términos modernos, de acuerdo con su experiencia cotidiana, sin  establecer diferencias entre cómo la veríamos hoy y cómo la verían los contemporáneos.
*A menudo se preguntan por lo que ellos hubieran hecho en tal situación.
Nivel IV
Empatía histórica restringida
*Las acciones, instituciones, etc., son entendidas en relación con las situaciones específicas en las que la gente se encuentra. Son capaces de reconocer que la gente del pasado podía no tener los mismos conocimientos que los hombres de hoy día, e parte porque sus creencias, metas y valores son diferentes a los actuales.
* Sin embargo, aunque aceptan que la gente del pasado podía tener una visión de las cosas diferente a la del presente, son incapaces de relacionar estas diferencias con las creencias, los valores o las condiciones materiales presentes en la situación específica del pasado, En definitiva, dificultad para contextualizar las diferencias.
Nivel V
Empatía histórica contextual
*Tratan de encajar lo que debe ser entendido o explicado dentro de un contexto más amplio.
*Hay una diferenciación clara entre la posición y el punto de vista del historiador y los de los individuos del pasado; entre lo que saben unos y otros, y entre las creencias, metas, valores y hábitos de cada uno de ellos.


Fuente: “Carretero, Mario y Margarita Limón. “Construcción del conocimiento y enseñanza de las Ciencias Sociales y la Historia”, En Mario Carretero, (Et.al.) Construir y enseñar. Las Ciencias Sociales y la Historia, pp. 54-55.
Relativismo cognitivo
El relativismo cognitivo es otra habilidad intelectual que se vincula al conocimiento histórico y que ayuda a la reconstrucción del pasado y la interpretación del presente. “[…] Implica tanto la capacidad del alumno de comprender que en la historia no existe una unidad absoluta y única, como la posibilidad de contrastar informaciones contradictorias sobre un mismo acontecimiento histórico.”[21]
Esta habilidad intelectual es importante en la enseñanza de la historia en donde se pretenda que los alumnos analicen las diferentes posiciones teóricas de un mismo hecho histórico.
Los investigadores que han contribuido sobre el relativismo cognitivo han comentado que existe una progresiva epistemología en la construcción del pensamiento que apuntalan posiciones relativistas sobre los contenidos históricos.
[…] Identifican tres niveles de complejidad creciente en el desarrollo de esta capacidad: en el primer nivel, la posición de los sujetos es absolutista; solo, existe una verdad histórica única, y no son capaces de distinguir entre los hechos como tales y la interpretativa que se hace de ellos. La mayor parte de los alumnos de entre 12 y 13 años de edad se ubican en este nivel.

En el segundo nivel se manifiesta un relativismo radical: toda persona tiene derecho a su propia versión de los hechos, y todas las versiones son igualmente aceptables por lo tanto la verdad no existe o no puede conocerse. Aquí se ubicó un gran parte de los alumnos de entre 17 y 18 años, y un porcentaje considerable de estudiantes universitarios y adultos no universitarios.
En el tercer nivel, denominado epistemológica evaluadora, se consideran que el proceso de construcción del conocimiento histórico se relacionan con la elaboración de una determinada interpretación sobre un acontecimiento histórico, e implica la emisión de juicios, la evaluación de evidencias a favor y en contra, y la construcción de argumentos, Así, ante diferentes versiones, es posible evaluar lo adecuando de las interpretaciones históricas, en función de los argumentos y evidencias que les sustentan. En estos estudios se encontró que sólo 15% de la muestra de adolescentes y adultos se ubicaban en este nivel.[22]
Carretero y Limón dicen que para facilitar la comprensión del relativismo cognitivismo si se instruye al alumno en otras habilidades específicas. “[…] Como la valoración de las fuentes utilizas en la selección de evidencias y en la laboran de argumentos y contra argumentos. Estas habilidades son indispensables para el desarrollo del pensamiento crítico”.[23] Hay un rasgo importante que se puede captar en las aulas que consiste en la empatía de los alumnos hacía las versiones de los hechos históricos que se encuentran vinculados por el mundo de las emociones en que se hallan conectados entre sí.
Las explicaciones históricas y causalidad
E.H. Carr afirmo que el conocimiento de la causalidad es “El estudio de la historia es un estudio de causas. El historiador, […] pregunta continuamente ¿Por qué?; y mientras no hay descanso para él. El gran historiador […] es el hombre que plantea la pregunta ¿Por qué? acerca de cosas nuevas o en contextos nuevos.[24] La misión de la interpretación histórica consiste en averiguar la serie de causas de todo tipo que han generado el hecho que se estudia.
La causalidad histórica es una noción temporal que se rige por una serie de principios de la ley general de causalidad que señala lo siguiente: que en condiciones iguales, a toda causa le sucede un mismo efecto, otro principio de la dicha ley seria: que la causa es siempre origen del efecto y le precede en el tiempo. Sin olvidar que existe una regla de interferencia en la causalidad, la cual permite decidir qué causas e intenciones son las más adecuadas para la explicación histórica en un momento determinado para su comprensión para esto se exige un pensamiento formal para la elaboración de teorías explicables que relacionan entre las diversas causas (económicas, jurídico-políticas, sociales e ideológicas) en una conceptualización jerarquizada y compleja.[25]
La causalidad histórica es una habilidad intelectual que es difícil ser alcanzado como un aprendizaje por parte de los alumnos del bachillerato. Porque la comprensión de la causalidad histórica involucra tanto el establecimiento de relaciones causa –efecto como la posibilidad de reconstruir y explicar fenómenos históricos y de prever situaciones a futuro.
“El Grupo Valladolid ilustra la causalidad histórica recogiendo distintas hipótesis acerca del uso de nociones que hacen los alumnos para acceder a las explicaciones históricas.
·         Unicausalidad y mecanismo causal.
·         Dificultad para la comprensión de las interrelaciones y jeraquizaciones entre distintas casas.
·         Predominio de factores externos.
·         Tendencia a las explicaciones personalizadas, buscado los factores más cercanos a la percepción del alumno.
·         Facilidad para detectar las causas de hechos ocurridos en tiempos cortos, más que en procesos de tiempo largo.
·         Creencia en los cambios por la voluntad, y la intencionalidad de los protagonistas, así como por la búsqueda de un fin.
·         Creencia en que las cosas suceden necesariamente porque tienen que suceder,
·         Creencia en que las causas deben ser del mismo tipo que las consecuencias.
·         Egocentrismo y etnocentrismo.
·         Las causas deben ser constadas inmediatamente antes en el tiempo.[26]
La causalidad en la historia se trabaja de forma distinta a lo expuesto por las ciencias experimentales. Mientras que la enseñanza de la historia es importante que los alumnos entiendan la cualidad interpretativa y multicausal del conocimiento histórico,[27] y que esté no es equiparable al razonamiento y método hipotético-deductivo propio de las ciencias experimentales.
En las explicaciones causales de los contenidos históricos es importante para clarificar que no se busca establecer leyes causales generales e invariables, sino modelos explicativos de las acciones humanas. Las explicaciones históricas generadas por los estudiantes suelen emplear, se han identificado dos tipos básicos: “las explicaciones intencionales basadas en los agentes o personajes que participan en los acontecimientos; y las explicaciones estructurales basadas en fechas de carácter más abstracto (factores económicos, políticos, sociales, etc.)”[28]
La pregunta central de ¿Cómo acercar al alumnado al concepto de la causalidad histórica?
Joaquim Prats sugiere varias orientaciones para trabajar con los alumnos la causalidad histórica:
·                    Trata de identificar el “por qué” ocurrieron los hechos. Se trabaja con simples problemas de causalidad lineal, en una mera relación de causa-efecto.
·                    Introduce la acción intencional y se inicia con la identificación de diferentes tipos de factores causales y acciones intencionadas.
·                    Se articulan la explicación intencional y a causal. Como ocurre en la realidad, y se elaboran teorías explicativas más o menos complejos.[29]

Técnica de aprendizaje
II.                Instrucciones. Anota los siguientes conceptos en el lugar que le correspondan: cronología, tiempo, Historia tradicional, Historia económica,  Historia de larga duración, Tiempo histórico, periodizaciones, Tiempo social, empatía histórica y relativismo cognitivo.

1.      La función de la _______________ consiste en enmarcar en el tiempo todos los fenómenos históricos.
2.      El _______________ está constituido por el pasado, el presente y el futuro; sí no hay pasado no podrá haber presente.
3.      La _______________ atenta al tiempo breve, al individuo y al acontecimiento, desde hace largo tiempo no ha habituado a su relato precipitado, dramático, de corto aliento basado principalmente en los personajes, la política y las batallas de corte militar.
4.      La _______________ coloca en primer plano de su investigación la oscilación cíclica y apuesta por su duración.
5.      La _______________ está basada en las estructuras, un conjunto de realidades que el tiempo tarda en desgastar.
6.      El ________________ tiene interrelación con el cambio social a través de las relaciones del hombre y su medio (territorio, condicionamientos, relaciones del uso de las cosas y los actos de rapiña.
7.      _______________ ordena y explica el conjunto de cambio que se produjeron en el seno de una sociedad.
8.      Las _______________ son discusiones básicas sobre cómo dividir en periodos el pasado y de los métodos para la reconstrucción del proceso histórico por parte de los historiadores.
9.      Con la _______________ es posible ponerse en el lugar del agente histórico y considerar la perspectiva del pasado, si se tiene a disposición un aparato conceptual elaborado en el presente que permite al sujeto construir un modelo mental distinto al suyo propio.
10.  _______________ implica tanto la capacidad del alumno de comprender que en la Historia no existe una unidad absoluta y única, como la posibilidad de contrastar informaciones contradictorias sobre un mismo acontecimiento histórico.
Continuación de la lectura: Las categorías históricas…. Del Mtro. Tomás Rios
El pensamiento crítico
El pensamiento crítico es una organización de ideas, actitudes y de valores que involucra en sí con otras habilidades como la inferir, construir categorías, la emisión de juicios, la evaluación de los argumentos propios y ajenos. Además, de contar con las herramientas necesarias para efectuar investigaciones que consoliden sus puntos de vista cuenta con la posibilidad de percepción y de reflexión de los argumentos de otros.
[…] No solo cognitivos sino también valoral-afectivos y de interacción social y que no puede reducirse a la simple suma o interacción de habilidades puntuales aisladas del contexto y contenido […] El pensamiento crítico involucra el reconocimiento de supuestos y valores, la evaluación de los argumentos y evaluaciones, la realización de inferencias y la posibilidad de alterar los juicios realizados cuando sea justificado. Por un lado, implica la posesión de conocimientos, la posibilidad de efectuar una indagación o lograr y razonar convenientemente pero por otra parte, también requiere de la disposición a considerar los problemas de manera perceptiva y reflexiva.”[30]
R. Mayer y F. Goodchild, entre otros autores, consideran que el pensamiento crítico debe ser la construcción de un instinto activo y sistemático que se debe posee para la comprensión y evaluación de las ideas o argumentos de los otros y de los propios. Asimismo, un pensador crítico es capaz de reconocer y actualizar los argumentos en sus partes constitutivas; con las afirmaciones fundamentales acerca de las propiedades o cualidades del objeto de conocimiento que se juzga, o la relación que existe entre dos o más propósitos. El entender la explicación teórica y los mecanismos hipotéticos con la justificación en que ésta se sustenta. Considerar la evidencia que permite apoyar o refutar la aseveración o tesis centrales sostenidas en la comunicación que se valora es poner activo el criterio propio que permita tomar una postura, es decir, decidir sí se acepta o no el argumento en cuestión.[31]
Para la Dra. Frida Díaz Barriga señala que un pensador crítico es aquel individuo que posee las siguientes características:
·         Está informado: busca información fidedigna, de primera mano.
·         Analiza las situaciones; es reflexivo, más que impulsivo.
·         Trata de identificar los argumentos que subyacen a la información que recibe.
·         Toma en cuenta los hechos o la evidencia lo más objetivamente posible,
·         Se forma un criterio propio ante los acontecimientos, no es un simple eco de los demás.
·         Sabe escuchar y entender los diferentes puntos de vista cuando hay un conflicto o una   diferencia de opinión.
·         Busca alternativas; no se cierra a un solo camino.
·         Se pregunta a quién y cómo benefician ciertas acciones o interpretaciones; anticipa las  consecuencias de los actos.
·         Se pregunta frecuentemente a sí mismo qué, cómo, y por qué dice o hacen las cosas.
·         Puede diferenciar la razón de la emoción, aunque las vivan juntas.
·         Sabe distinguir sus motivos e intereses personales de las mismas e intereses de las demás.
·         Reconoce honestamente sus sentimientos positivos y negativos, sus ´sesgos´ personales.
·         Toma decisiones razonadas.
·         Es escéptico; desconfían del rumor y de la información proveniente de fuentes dudosas.
·         Es crítico en el sentido positivo del término, no simplemente criticón.[32]
El pensamiento crítico no tiene cabida en una sociedad dirigida hacia el consumismo y el individualismo atroz. Porque no existen ideas precisas sobre él, se le quiere equipará con conceptos como la emisión de los juicios y las opiniones personales superficiales.
El Empleo de las Fuentes Históricas
Las fuentes históricas son consideradas como un “Sinónimo del documento, vestigio, testimonio, huella, monumento, intermediario entre el pasado y el historiador, espejo de la realidad histórica y herramienta de su enseñanza, así como clave para que los alumnos reconozcan las huella del paso del hombre por el tiempo.”[33]
Los enfoques historiográficos contemporáneos resumen el papel de las fuentes de las siguientes maneras:
1.                 Que las fuentes no son, en esencia, la Historia, en contra de lo que afirmaba la escuela metódica positivista, sino una especie de materia prima que utiliza el historiador para ejercer su oficio.
2.                 Que la Historia no se hace sólo con fuentes. Los documentos o fuentes son condición necesaria pero no suficiente, porque para hacer Historia científica es indispensable la utilización de ciertos métodos y de teorías.
3.                 Que los mensajes transmitidos por las fuentes históricas representan para el historiador un constante desafió, no tanto por su competencia científico-técnica, sino por el caudal de imaginación que precisan y las posibilidades que encubren.
4.                 Que es una característica de la historiografía del último medio siglo la ampliación del concepto de fuente, así como la gradual aparición de nuevos tipos a partir de la exploración sistemática de la prensa, libros de registros parroquiales, actas notariales y los medios de comunicación audiovisuales utilizados con carácter masivo, cuantificable y serial.[34]

Los alumnos deberán manejar las diversas fuentes históricas y podrán adquirir diversas habilidades intelectuales:
a) El conocimiento de la gran variedad de tipos de fuentes: escritas, iconográficas, gráficas, tablas de datos estadísticos, objetos materiales de todo tipo, etc.

b) La adquisición de la experiencia en la lectura de las mismas, desarrollar sobre todo la capacidad de razonamiento inferencial del alumno.

c) El desarrollo de la capacidad para el análisis y evaluación crítica de las fuentes, El alumno tiene que aprender a distinguir lo que son juicios de valor, prejuicios, asunciones infundadas, etc.

d) El aprendizaje de los elementos del análisis y la computación estadística.

e) El progreso de la capacidad para elaborar finalmente síntesis interpretativas sobre la cuestión o cuestiones investigadas, recogiendo ponderadamente la información obtenida a partir de las fuentes.[35]
Por una comprensión imaginativa del pasado[36].
Santos Julia
A los 40 años de su aparición en 1961, este librito, que había conocido en Pelican una edición tras otra, experimentó un revival con su nueva salida a la calle en pleno combate de un sector de historiadores británicos contra la "amenaza posmodernista". Un clásico, escribe uno de los más enconados antiposmodernistas, Richard J. Evans, en su excelente introducción. Y de esto se trata, de un clásico, seminal-cum-perennial, como lo definió David Cannadine: un clásico seminal y perenne, a ratos divertido, siempre ingenioso y fluido, brillante y polémico, irónico cuando lo exige el argumento, erudito a la par que llano y directo. En resumen, una joya de perdurable valor -a la que en su día sacó brillo la espléndida traducción de Romero Maura- entre la literatura acumulada en el último medio siglo sobre teoría y práctica de la historia. La permanente actualidad, aunque no siempre la vigencia, de este Carr se debe a que nadie como él ha sabido mantener en tensión los dos polos entre los que navega el trabajo del historiador: hechos e interpretación, sociedad e individuo, ciencia y moral, causa y accidente, visiones del pasado y horizontes de futuro. Son tensiones irreductibles, que con solo inclinar la balanza de uno u otro lado suscitan ataques procedentes de cada extremo. Carr ha tenido la fortuna de haber sido acusado de una cosa y de su contraria: de empirista por afirmar el valor de los documentos, y de subjetivista por recordar que los hechos no hablan por sí solos; de determinista, por insistir en la jerarquía de causas que explican un fenómeno, y de relativista por subordinar la idea de objetividad a la de progreso. Cuenta tenida de la abrumadora documentación sobre la que construyó su inmensa Historia de la Rusia soviética, Carr fue un historiador de antigua cepa que en sus reflexiones teóricas ponía de los nervios a los historiadores tradicionales, como Elton, que le dedicó una réplica en The practice of history. Escribiendo desde fuera del mundo académico, resulta refrescante su insistencia en la necesidad de conocer al autor si se quiere entender la obra, porque el historiador pone en su relato algo más que hechos; se pone a sí mismo, su mundo, sus creencias, su ideología. La historia es, según Carr, "comprensión imaginativa" del pasado. Y quien imagina no es el documento, sino el sujeto que en algún momento se topa con él, decide utilizarlo y lo sitúa dentro del orden de un relato.
Hoy esa afirmación parece trivial. Cuando Carr publicó su libro no lo era: a pesar del vapuleo a que ya se había sometido al empirismo, todavía la práctica dominante partía del supuesto de que una buena historia es una historia objetiva, o sea, la que descubre la verdad del pasado aportando pruebas incontestables obtenidas de fuentes fidedignas. Carr erosionó esa forma de empirismo destacando la parte que el historiador tenía en el relato, pero sin renunciar a la necesidad de establecer para los procesos históricos una jerarquía de causas de la que debían excluirse las accidentales, por irrelevantes; la nariz de Cleopatra, por ejemplo. Lo que hacía objetivo a un historiador no consistía en atenerse a los hechos sino en su capacidad para elevarse sobre su propio mundo para atisbar el horizonte. Más aún, el historiador del pasado, añadía Carr, sólo puede acercarse a la objetividad si se aproxima a la comprensión del futuro. De ese supuesto y del correlativo análisis de la relación entre hecho e historiador, entre sociedad e individuo, entre causa y accidente, deducía Carr la necesidad de derribar las barreras que separaban a historiadores y sociólogos y establecer entre historia y ciencia social una corriente de doble dirección. Su libro se situaba así en la avanzadilla del gran auge que en las décadas de 1960 y 1970 experimentaron la historia social y la sociología histórica: búsqueda de causas y análisis de procesos históricos para dar cuenta del presente en su totalidad en la búsqueda de hipótesis que anuncien los caminos por los que discurrirá el futuro. La historia, no como maestra de la vida sino como instrumento de progreso a partir de la compresión del pasado. No es sorprendente, por tanto, que termine Carr sus reflexiones con un alegato contra la complacencia hacia el presente y a favor de la hipótesis operativa de "un horizonte que se abre". Es esta creencia en el sentido progresivo de la historia lo que ha estallado sin remedio desde que Carr formulaba su pregunta. Cuarenta años después, en un volumen conmemorativo coordinado por Cannadine, la pregunta no era: What is history? sino What is history now? con el acento puesto en now. Y la respuesta quedaba a cargo de especialistas en diversos campos que desde los días de Carr habían conquistado su propia autonomía: historia social, política, religiosa, cultural, de género, intelectual, imperial. Destruida la idea de progreso y la correlativa aspiración a una ciencia social total, la historia se atomizó en decenas de especialidades, cada una con sus métodos, sus capillas, sus públicos. Hoy, ahora, si alguien pregunta: ¿qué es la historia?, la respuesta comenzará con otra pregunta: ¿qué historia? Y el Carr no estará ya en condiciones de contestar.

Técnica de aprendizaje
III. Contesta las preguntas basadas en la lectura anterior
1.       ¿Cuáles son los polos de tensión en que se desarrolla el trabajo del historiador?
2.      ¿Cuál es el proceso que emplean los empiristas para realizar una historia objetiva?
3.      ¿Por qué la historia no es la maestra de la vida?
4.      Quiénes tienen la respuesta de What is history now?














UNIDAD III. Las interpretaciones y los métodos de la historia. De los griegos al idealismo alemán.
Los objetivos del aprendizaje son:
Los alumnos identificarán las diferencias conceptuales entre Historia, Filosofía y Teoría de la Historia y distinguirán las principales interpretaciones de la Historia.
Resumen: Vázquez, Josefina Zoraida, Historia de la Historiografía, pp. 9-118.[37]
Herodoto es, en realidad, el que nos va a introducir en la gran aventura del pensamiento, detener el tiempo, explicar el pasado, dar sentido a la sucesión cronológica de hechos. El hombre, aterrado ante el tiempo que limita su vida y que parece pasar imperturbable sobre los hombres y la naturaleza, valientemente se enfrenta a él y decide explicar su vida ante su paso. Herodoto aun colinda con el mundo mítico y por lo mismo nos introduce en un mundo maravilloso, Todavía las guerras se explican por los raptos y las conquistas con los sueños proféticos y, a despecho de su decidida voluntad racionalista de averiguar la verdad del pasado entre las leyendas, aun lo explica por un destino inexorable y unos dioses vengativos. Herodoto nos pinta al protagonista de la historia, el  hombre, como un ser hambriento de gloria, víctima tanto de la inexplicable fortuna como de los dioses. Al escapársele el mecanismo profundo de la historia intenta explicarlo por medio de sueños y oráculos, los cuales desempeñan el papel de causalidad sobrenatural. A la pregunta eterna sobre la felicidad, contesta que es casi inalcanzable. “La vida del hombre es una serie de calamidades”. El ideal sería mantenerse en el justo medio porque mucha fortuna anuncia desgracias futuras. No puede aún postular un sentido en la historia; le conmueve la inestabilidad, el drama de la guerra, pero como no acierta a encontrar otro modo mejor de detener el movimiento continuo, decide relatarnos todos lo que viene a su conocimiento. El fin de su relato es, pues, un intento de detener el tiempo para que “no llegue a desvanecerse con el tiempo la memoria de los hechos públicos de los hombres, ni menos a obscurecer las grandes y maravillosas hazañas como las de los bárbaros.
Tucídides su obra cuenta con la ventaja de haber sido su autor, actor y espectador a la vez. La primera parte de la guerra la vive Tucídides desde dentro, actuando en ella como político y militar. Estar entre telones le permite conocer todos los resortes que mueven los hechos. La segunda parte de la guerra que va a ver desde lejos, en su destierro de Tracia, pudiendo analizar con perspectiva y frialdad los hechos y oír las versiones encontradas de los dos bandos. A esto y al carácter fundamentalmente racional y político del autor, se debe el aire de objetividad que alcanzó el libro.  A pesar de que sólo los separa una generación, con Herodoto desaparece todo aquel mundo de maravillas para iniciarse la conceptualización y la mecanización de la historia. La historia universal se resume para Tucídides en la tragedia que a él le toca vivir, la guerra del Peloponeso, que interpreta como un resultado de todo el pasado. Al preguntarse por las causas, Tucídides trata de evitar engañarse con las apariencias, Encuentra un método que postula como único vehículo de llegar a la verdad; éste le conduce a inquirir cada vez más profundamente hasta llegar a determinar la causa última de las guerras, la naturaleza humana del hombre, su afán de dominio.
Tucídides adolece de la limitación inherente a los historiadores que hacen historia contemporánea, es decir, valorar exageradamente el acontecimiento que se presencia. Por fin son superados el mito y los elementos sobrenaturales. Tucídides se enfrenta a la historia con un espíritu profundamente crítico y racional, Cree que el método histórico tiene dos sencillas reglas: no dar crédito a los poetas que adulteran la verdad en busca de la belleza de expresión y acercarse con escepticismo a todas las fuentes. Para él la historia es un proceso mecánico que se repite constantemente, puesto que es producto puesto que es producto de la naturaleza misma del hombre. Tal naturaleza, el afán de dominio, es la causa profunda de las guerras, problema fundamental de la historia, inevitable y necesaria, como resultado de la carrera entre los Estados para adquirir el dominio, Por ello, Tucídides no necesita de la fortuna, los oráculos y los sueños para explicar la causalidad de los hechos. Todo puede explicarse, todo es previsible, aunque literariamente necesita valerse de un subterfugio para encadenar los hechos y explicar motivos e intenciones: los discursos que pone en boca de sus personajes.
Tito Livio vive al servicio de Augusto siempre mantuvo cierta distancia y una actitud digna que nunca llegó al endiosamiento del emperador. Representa, eso sí, en la historia,  el empeño de Augusto de moralizar la vida romana, cosa por demás natural para Livio, que concebía la historia como una fuente de educación patriótica y de enseñanzas de las virtudes cívicas. No sólo crítica las leyendas, sino que en su historia frecuentemente hace intervenir a los dioses y tienen cabida innumerables prodigios y presagios. Pero ello se debe quizá también un empeño que tuvo Augusto de tratar no sólo de moralizar, sino establecer la piedad entre los romanos. Lo que sí es indudable es que da a la fortuna un papel fundamental en la causalidad histórica y tal vez por ello su obra carece de intento por ahondar en las causas y se dedica con entusiasmo el relato de episodios brillantes, especialmente, y con predilección, bélicos. Su concepto pragmático de la historia hace que Tito Livio conciba que el principal objeto de ésta sea “ poner ante la vista, en luminoso momento, enseñanzas de todo género que parecen decirnos: esto debes hacer en provecho tuyo o en el de la república; que debes evitar  porque es vergonzoso pensarlo o vergonzoso hacerlo” De ahí que si no proporciona nada más el escribir la historia, ya resulta una gran satisfacción “perpetuar la memoria de las grandes cosas realizadas por el primer pueblo de la tierra”.
Tácito trabajó en la penetración psicológica, la cual fue extraordinaria y sus retratos resultan magistrales en ocasiones, como el de Tiberio. Le toca vivir en una época monótona si se compara con la que le ocupó historiar a Livio y como los actos son pequeños, habrá que distinguir los que honran, de los que degradan. De tal forma, la historia se convierte para Tácito en supremo tribunal, cuyo juicio es implacable. Por esto, “el principal objeto de la historia es el no silenciar las virtudes y despertad el miedo a la reprobación de la posteridad para las acciones y los dichos malvados”. La historia es, entonces, una forma de suprema justicia y con una gran importancia pragmática como lección. Pero le salta un problema a Tácito: “Me pregunto con incertidumbre si las cosas mortales ¿se desarrollan según la voluntad del destino y según una necesidad inmutable, o bien al azar?” Profundo problema ante el cual todo historiador y filósofo con verdadera conciencia histórica, ha tenido que enfrentarse, No se aventura a mayores meditaciones sobre el tema, no trata de penetrar hasta los resortes profundos del acontecimiento y llegar a conocer la verdad  absoluta. Se conforma, fiel representante romano, con presentarnos su verdad útil, como ejemplo y enseñanza.
San Agustín fue obispo de Hipona decía que el hombre es un ser especial: equilibrio entre dos naturalezas contrarias, la angélica y la bestial; lo cual si bien convierte su vida en una agonía, le permite decidir su destino, Con tal concepción se crean dos problemas importantes para San Agustín. El primero es explicar el funcionamiento simultáneo de libertad personal y providencialismo en la historia, Explica que el hombre como persona es libre de tomar el camino de la verdad o el pecado, pero escoja uno u otro contribuye siempre a la realización de la voluntad divina. El segundo problema es el de la existencia del mal, que podía interpretarse como una imperfección de la obra divina. San Agustín afirma que el mal no ha sido creado, sino que apareció con el hombre cuando éste no supo gobernar su naturaleza bestial por medio de su naturaleza angélica. La muerte es el castigo a su falta, aunque no es una muerte verdadera, sino un tránsito a la otra vida, la vida verdadera.
Hay en Maquiavelo, por tanto, una cierta identificación entre historia y política, puesto que es en esta última en donde el hombre logra su plenitud. La historia vuelve a ser la escuela del poder, algo práctico y útil. En el estudio de sus complicados procesos aprendemos en las experiencias ajenas, lo cual es posible porque hay siempre  una repetición. Tal repetición se debe a que la índole humana es siempre la misma; por debajo de sus actitudes determinadas por la civilización subyace una esencia en el hombre, sus instintos de conservación y sus impulsos volitivos de dominio.
Técnica de aprendizaje
I.                   Anota el nombre del historiador que correspondan los siguientes pensamientos. San Agustín. Tácito, Herodoto, Tucídides, Maquiavelo y Tito Livio
Encuentra un método como único vehículo de llegar a la verdad; éste le conduce a inquirir cada vez más profundamente hasta llegar a determinar la causa última de las guerras, la naturaleza humana del hombre, su afán de dominio_________________.
Me pregunto con incertidumbre si las cosas mortales ¿se desarrollan según la voluntad del destino y según una necesidad inmutable, o bien al azar?” Profundo problema ante el cual todo historiador y filósofo con verdadera conciencia histórica, ha tenido que enfrentarse.___________
Primero es explicar el funcionamiento simultáneo de libertad personal y providencialismo en la historia, Explica que el hombre como persona es libre de tomar el camino de la verdad o el pecado, pero escoja uno u otro contribuye siempre a la realización de la voluntad divina. El segundo problema es el de la existencia del mal, que podía interpretarse como una imperfección de la obra divina.
La historia vuelve a ser la escuela del poder, algo práctico y útil. En el estudio de sus complicados procesos aprendemos en las experiencias ajenas, lo cual es posible porque hay siempre una repetición. Tal repetición se debe a que la índole humana es siempre la misma; por debajo de sus actitudes determinadas por la civilización subyace una esencia en el hombre, sus instintos de conservación y sus impulsos volitivos de dominio.___________________
Nos pinta al protagonista de la historia, el hombre, como un ser hambriento de gloria, víctima tanto de la inexplicable fortuna como de los dioses___________________.
Concibe a la Historia como una gran satisfacción “perpetuar la memoria de las grandes cosas realizadas por el primer pueblo de la tierra”.____________________
Renato Descartes señalaba que la historia es un saber inútil, perjudicial y en manera alguna alcanza la verdad. Insiste en que, en primer lugar, la historia es como un viaje a un país extranjero, y “en cuanto se emplea demasiado tiempo en viajar, se llega al fin a ser extranjero en el propio país; y cuando se es demasiado curioso por las cosas que se practicaban en los siglos pasados  se permanece ordinariamente en extremo ignorante de las que se practican en éste. Además de que las fábulas hacen imaginar como posibles muchos acontecimientos que no lo son en absoluto, y que incluso las historias más fieles, si no cambian ni aumentan el valor de las cosas para hacerlas más dignas de ser leídas, al menos omiten casi siempre las circunstancias más bajas y menos ilustres, de donde viene que el resto no parece tal como es”
Vico es uno de esos hombres capaces de asimilar su ambiente histórico hasta conseguir una expresión auténtica de las hondas inquietudes de su tiempo. Sorprendente resulta que, a pesar de sus meditaciones que le llevaron a tantas novedosas ideas sobre el mundo, no hubiera perdido su fe católica. Para Descartes la geometría era el ejemplo de una ciencia ideal. Vico contradice totalmente esta idea; para él, sólo aquello de lo cual somos autores podemos conocer. Si la naturaleza es obra de Dios, es él el único que puede conocerla. En cambio, el mundo de las naciones es lo que el hombre ha hecho y, por lo tanto, lo único  de donde puede alcanzar una verdad probable. A la negación absoluta de Descartes de la posibilidad de un conocimiento histórico, Vico contesta afirmado que es, por el contrario, el único conocimiento que el hombre tiene una garantía de alcanzar. Y no tanto porque la historia sea producto de hombres exactamente iguales a nosotros, sino porque no tenemos otro medio de entender al hombre que a través de la historia. Las ideas claras y distintas de Descartes son para Vico un producto subjetivo. De las cosas humanas somos capaces de tener conocimiento.
Al enfrentarse con la historia, abandona en un alto porcentaje el interés político para realizar más bien lo que hoy llamamos historia cultural. Penetra en el análisis de la humanidad, tomándola como totalidad, sin interesarle las individualidades. Propone Vico una idea cíclica de la historia, de acuerdo a la cual las naciones tienen que pasar inevitablemente por determinadas etapas en su desarrollo histórico. La fragilidad humana no permite ni alcanzar la perfección absoluta ni mantenerse en la perfección alcanzada; así cuando una nación se aproxima al término de su evolución, se apresura el proceso de su decadencia y vuelve a una barbarie primitiva, empezando nuevamente. Tales son los procesos vitales de la historia: el Corso y el Ricorso. El curso es el proceso de desarrollo y crecimiento, el retorno es un retorno dialéctico, que no supera en alguna forma al anterior aprovechando su experiencia. Las etapas que constituyen los círculos en que se mueve la historia de las naciones son tres:
La edad divina, en la cual los hombres creen vivir bajo el gobierno de los dioses, los cuales se expresan en oráculos.
La edad heroica, en la cual reina una aristocracia bajo la pretensión de una cierta superioridad natural.
La edad humana, en la cual todos los hombres se reconocen iguales por naturaleza. La novedad de Vico va a ser, sobre todo, la consideración de la realidad histórica como aquello que pensamos del pasado. La historia, hecha por hombres, es lo que puede ser comprendido por ellos, pero sólo a través de un esfuerzo imaginativo, que es lo que puede hacer a la evidencia histórica comprensible.
Francisco M. Arouet, conocido como Voltaire, historiador, filósofo y novelista, es sin duda una de las figuras más representativas del movimiento de la ilustración. Se empeñó por romper el europeocentrismo y hacer verdadera historia universal, por ello hablaba de pueblos exóticos como rusos, chinos e hindúes. Su intento era formidable, no importa que, aferrado a su patrón, al mundo  en que vivía  le fuera difícil ser justo a juzgar otras épocas y analizar otras naciones. La peor parte la llevó la Edad Media, de la cual sabía poco, y a la que veía como símbolo de la irracional superstición, contra la cual había decidido entablar la lucha más decidida. No desperdició, en efecto, ni una sola ocasión de ridiculizar el cristianismo; incluso cuando destaca la grandeza romana, existe un intento definido de hacer patente la barbarie del pueblo elegido, símbolo de la moralidad judeocristiana.
Voltaire, venciendo la visión providencialista, la que interpretaba al proceso histórico como lucha entre el cielo y la terrenalidad, convertía la historia en la lucha entre la razón y la irracionalidad. Sentía al hombre como una criatura de infinitas posibilidades de progreso, pero a la que había que ayudar y dirigir. Por eso veía a la religión como un instrumento interesante para manejar a la masa. Pero había que destruir la superstición y hacer evidente el apoyo de las ciencias para llegar al progreso.
Juan Godofredo Herder La misión de la historia, en el pensamiento de Herder, es una explicación tan total que parte de la relación misma del hombre con la creación toda. Para Herder,  el universo es una primera matriz, genera la tierra…Así la humanidad tiene también una meta. La evolución histórica de sí misma hasta completar la realización de la propia perfección. La evolución histórica la ve Herder en un sentido ascendente, toda ella es resultado final de la creación, está dividida en razas, como parte de un plan de educación divino, sumamente poderoso. Así, vio el proceso histórico dividido en edades comparables a los periodos de la vida del hombre:
1ª. Infancia de la Humanidad (oriente)
2ª. Edad de la adolescencia (Egipto y Fenicia)
3ª. Juventud (Grecia)
4ª. Virilidad (Roma)
5ª. Senilidad (Desde la invasión de los bárbaros hasta la ilustración)
Pero la humanidad, aunque es una unidad, porque toda ella es resultado final de la creación, está dividida en razas. La división proviene del medio geográfico en que actúa cada una. Herder piensa que hay una determinación en la influencia que el medio geográfico ejerce en el hombre. Los medios de Asia, América o África dieron lugar a tipos de cultura estáticos. Sólo el medio europeo medio privilegiado, produjo un juego entre el hombre dominando a la naturaleza y la naturaleza transformada influyendo en el hombre nuevamente, que dio lugar a un dinamismo y, por tanto, al progreso histórico. De tal manera, prácticamente la única raza histórica es la raza blanca. Con esto Herder da al implícito europeocentrismo de la cultura occidental, la primera explicación filosófica.
Julio Michelet su obra más importante es la Historia de Francia, después concibió un estudio de la historia de Roma, que en muchos aspectos, a pesar de estudios tan exhaustivos posteriores, representó el primer intento original de comprender integralmente el desarrollo del pueblo romano sin hacer la pintura unilateral de la historia política.
Juan Teófilo Fichte pensaba que la historia era un todo y el desarrollo de la misma era un plan. Para él, ese todo es un concepto resultante de una secuencia lógica de conceptos fundamentales de varias edades sucesivas, generadas por las necesidades lógicas; la estructura lógica es la tesis, antítesis y síntesis.
El concepto esencial del proceso histórico es el concepto de libertad racional. El cual, como cualquier concepto lógico, es producto de determinadas etapas necesarias, deduce Fichte que el inicio histórico tiene que haber sido la forma más simple de libertad: la libertad como instinto, sin conciencia, aquella que permite el estado de naturaleza, etapa del dominio de la razón como instinto, o de la Inocencia, Este concepto primario, por si naturaleza lógica misma generó su contrario: la etapa en que se obliga al hombre a obedecer una autoridad por la fuerza, etapa de dominio de la razón como autoridad, comienzo del pecado. Este concepto no puede mantenerse en ese estado y da lugar a un tercer momento, síntesis de los dos anteriores, que es la revolución que termina con la autoridad tiránica, edad de la emancipación de la razón como autoridad, consumación del pecado. No quiere decir que el súbdito se apodera del poder. Este concepto revolucionario, como no es aún perfecto, prosigue su proceso lógico, es decir, se convierte en tesis y genera el concepto contrario. Da lugar a una idea de la realidad objetiva, etapa de la razón como ciencia, principio de la justificación. La ciencia es antirrevolucionaria, el hombre empieza por ello a limitar sus acciones a su conocimiento científico. Pero como es un concepto antítesis, tiene que llevar lógicamente a una síntesis; este es el momento en que el hombre empieza a vivir prácticamente conforme a la verdad, es la etapa de la razón como arte, la acabada justificación. Esta edad la primera etapa una inocencia recibida, sino de una inocencia conquistada. Fichte piensa que la humanidad de su tiempo, vivía en la tercera edad y, por tanto es la que caracteriza su libro. Quedaban aún, según Fichte, dos largas etapas para la humanidad llegara a su meta.
Hegel construyó un elaborado sistema metafísico sin tomar en cuenta las poderosas razones objetadas por Kant a esta clase de proyectos. Las nociones básicas del sistema eran que la realidad es inteligible y que se trata de un proceso dinámico. Hegel se propone una tarea original, hacer filosofía de la historia, pero no en el sentido de Voltaire, sino la historia comprendida, es decir, aquella que explique por qué han sucedido los acontecimientos como sucedieron. La filosofía de la historia con Hegel va a ser, pues, el intento de explicar la historia entera como un saber abstracto, que no deja nada fuera, que pretende incluir todo, hasta el mismo error como error.
El tema de la historia es como con Kant y Fichte, el desarrollo de la libertad. La libertad del hombre es lo mismo que su concepto de esa libertas, por lo tanto, el desarrollo de la libertad es el desarrollo de este concepto, es decir, un proceso lógico, Este proceso lógico se alcanza en diversas etapas necesarias de desarrollo, Esa dialéctica, tesis, antítesis y síntesis, no es un simple método de pensar, es la forma en que se manifiesta la realidad misma. La forma concreta de esa libertad es el Estado, por eso la historia universal es el despliegue de la dialéctica interna de la idea de Estado. El Estado es una creación de la razón y es la forma suprema en que se desarrolla la idea de la moralidad.
El Estado es, por tanto, el objeto inmediato de la historia universal. En el Estado alcanza la libertad su objetividad y vive en el goce de esa objetividad. Pues la ley es la objetividad del espíritu y la voluntad en su verdad; y sólo la voluntad que obedece a la ley es libre.
La fuerza principal que determina el proceso histórico es la razón. Para Hegel no existe la irracionalidad, los hombres en la realidad están siempre constituidos de razón y pasión; estas pasiones, dice Hegel, son una forma de pensar y actuar, nunca una irracionalidad, De esta forma, la fuerza que representan las pasiones en la historia es denominada “astucias de la razón”, es decir, la forma en que la razón utiliza a las pasiones como sus agentes, para cumplir el plan preconcebido por la divinidad.
La historia es la realización de un plan divino, es una forma de revelación de dios: Es la exposición del proceso divino y absoluto del espíritu, sus formas supremas; la exposición de la serie de fases, a través de las cuales el espíritu alcanza su verdad, la conciencia de sí mismo. Las formas de estas fases son los espíritus de los pueblos históricos, las determinaciones de su vida moral, de su constitución de su arte, de su religión y de su ciencia. Realizar estas fases es la infinita aspiración del espíritu universal, su irresistible impulso, pues esta articulación, así como su realización, en su concepto. La historia universal muestra tan sólo cómo el espíritu llega paulatinamente a la conciencia y a la voluntad de la verdad. El por último a la plena conciencia…Los principios de los espíritus de los pueblos, es una serie necesaria de fases, son los momentos del espíritu universal único que, mediante ellos, se eleva en la historia y así se integra a una totalidad que se comprende a sí misma. Hegel distingue cuatro momentos en la evolución histórica de los pueblos, expresados según las etapas de la vida humana. La primera es la “niñez” de la humanidad, la historia del Oriente, con sus relaciones patriarcales. La segunda es Grecia, “la mocedad”, edad de la hermosa libertad. La tercera es Roma, representante de la “edad viril”, edad del imperio profano. La cuarta la representa los pueblos germano-cristiano. “la ancianidad” de la humanidad, expresión del imperio espiritual.
La historia representa, como ya dijimos, el progreso de la libertad, el proceso en el que el espíritu llega a la comprensión de sí mismo. En tal progreso de la libertad, Hegel caracteriza también las diferentes fases de la historia por el grado de libertad que representan. En el Oriente hay un solo hombre libre, el déspota. En Grecia y Roma hay in grupo de hombres libres, los ciudadanos. Sólo en el mundo germano-cristiano, todos los hombres son libres.
La historia no tiene para Hegel ninguna enseñanza pragmática: Suele aconsejarse a los gobernantes, a los políticos, a los pueblos, que vayan a la escuela de la experiencia en la historia. Pero lo que la experiencia y la historia enseñan es que jamás pueblo ni gobierno alguno han aprendido de la historia ni han actuado según doctrinas sacadas de ésta. Hegel aconseja por tanto al historiador no perder el tiempo con abstracciones moralizantes y tener presente dos permisas obligadas para la observación de la historia: “Primero, que una providencia rige al mundo y segundo, que es posible conocer el plan de esta”. Hegel, ha podido descubrir el plan de la Providencia y nos explica en sus Lecciones la forma en que este plan se ha ido desenvolviendo, y aún más, señala también qué es lo que falta para llegar a la meta de la historia. Tal es el fin de la historia universal: que el espíritu de si una naturaleza, un mundo que le sea adecuado, de suerte que el sujeto encuentre su concepto de espíritu y tenga en esa objetividad la conciencia de su libertad y de su racionalidad subjetiva. Este es el progreso de la idea en general; y este punto de vista ha de ser para nosotros lo último en la historia. El detalle, el hecho mismo de haber sido realizado, esto es la historia. El trabajo que aún queda por hacer es la parte empírica. Al considerar la historia universal, hemos de recorrer el largo camino, que resulta ahora visible en conjunto. Por ese camino realiza la historia su fin, Pero la longitud del tiempo es algo completamente relativo, y el espíritu pertenece a la eternidad, sin que para él exista longitud propiamente. La labor que queda por hacer es precisamente esa: que el principio se desenvuelva, se elabore que el espíritu llegue a la conciencia de sí mismo en la realidad.
Técnica de aprendizaje
I.                   Anota el nombre del historiador que correspondan los siguientes pensamientos. Vico, Fichte, Voltaire, Hegel, Michelet, Herder y Descartes.
Venciendo la visión providencialista, la que interpretaba al proceso histórico como lucha entre el cielo y la terrenalidad, convertía la historia en la lucha entre la razón y la irracionalidad. Sentía al hombre como una criatura de infinitas posibilidades de progreso, pero a la que había que ayudar y dirigir____________________
Pensaba que la historia era un todo y el desarrollo de la misma era un plan. Para él, ese todo es un concepto resultante de una secuencia lógica de conceptos fundamentales de varias edades sucesivas, generadas por las necesidades lógicas___________________
La fuerza principal que determina el proceso histórico es la razón. No existe la irracionalidad, los hombres en la realidad están siempre constituidos de razón y pasión; estas pasiones, son una forma de pensar y actuar, nunca una irracionalidad, De esta forma, la fuerza que representan las pasiones en la historia es denominada “astucias de la razón”, es decir, la forma en que la razón utiliza a las pasiones como sus agentes, para cumplir el plan preconcebido por la divinidad____________________________
Si la naturaleza es obra de Dios, es él el único que puede conocerla. En cambio, el mundo de las naciones es lo que el hombre ha hecho y, por lo tanto, lo único  de donde puede alcanzar una verdad probable____________________________.
Representó el primer intento original de comprender integralmente el desarrollo del pueblo romano sin hacer la pintura unilateral de la historia política______________________
Los medios de Asia, América o África dieron lugar a tipos de cultura estáticos. Sólo el medio europeo medio privilegiado, produjo un juego entre el hombre dominando a la naturaleza y la naturaleza transformada influyendo en el hombre nuevamente, que dio lugar a un dinamismo y, por tanto, al progreso histórico__________________________.
Señalaba que la historia es un saber inútil, perjudicial y en manera alguna alcanza la verdad____________________


¿Por qué reescribimos continuamente la historia?[38]
Adam Schaff
Los historiadores de una generación posterior no esperan cosa semejante. De su trabajo, esperan que sea superado una y otra vez. Consideran que el conocimiento del pasado ha llegado a nosotros por mediación de una o más mentes humanas, ha sido “elaborado” por estás y que no puede, por tanto, consistir en átomos elementales e impersonales que nada pueden alterar… La exploración no parece tener límites y hay investigadores impacientes que se refugian en el escepticismo, o cuando menos en la doctrina de que, puesto que todo juicio histórico implica personas y puntos de vista, todos son igualmente válidos y no hay verdad histórica “objetiva”. El cambio de actitud es sorprendente: la fe positivista en el poder acumulativo del saber histórico que puede acceder al estatuto de ciencia fundada y acabada de modo definitivo, cede su sitio a la convicción de que el conocimiento histórico es un proceso infinito y de que debido al papel activo que desempeña en él el espíritu humano, el trabajo del historiador debe ser renovado constantemente. Este cambio, cuyas y contexto ya hemos determinado antes, viene a esclarecer un nuevo aspecto del problema aquí estudiado: ¿por qué la concepción del proceso histórico cambia continuamente?, ¿por qué los historiadores reescriben continuamente la historia?
En el siglo XX este problema ha fascinado a muchos teóricos de la historia que comprendían el hecho indiscutible de la variabilidad de la visión del proceso histórico en el contexto más amplio de las diversas determinaciones del conocimiento histórico. Las diferentes opiniones expresadas al respecto pueden reducirse a dos concepciones tipológicas que difieren por la explicación que dan de este fenómeno:
1)      La reinterpretación de la historia está en función de las necesidades variables del presente:
2)      La reinterpretación de la historia está en función de los efectos de los acontecimientos del pasado que surgen en el presente.
Como se puede ver, estas dos explicaciones del fenómeno en cuestión no son exclusivas; por el contrario, a menudo son propuestas simultáneamente como elementos explicativos complementarios, Las consideramos por separado, con el fin de facilitar el análisis de un fenómeno complejo y de exponer de modo más claro los resultados obtenidos.
La primera explicación de la reinterpretación constante de la historia está en relación con las posiciones del recentismo y está argumentada principalmente por los representantes de esa corriente. Como ya hemos comprobado, el presentismo a ultranza lleva a la negación de la verdad histórica objetiva y, por consiguiente, a la negación d ella historia como ciencia, Sin embargo, el núcleo racional del presentismo, es decir su tesis genético-psicológica sobre las relaciones entre las actitudes y los juicios del historiador por una parte, y las condiciones sociales de su época y las necesidades que engredan por otra, no es una tesis subjetivista ni origina consecuencias negativas desde el punto de vista del carácter científico de la historia.
Ahora bien, incluso tomando como base esta interpretación moderada del presentismo uno se ve inducido a concluir que es necesario reinterpretar continuamente la historia. Ya que si las actitudes y las ideas de los historiadores están en función de las condiciones y las necesidades actuales de la vida social, un cambio en tales condiciones y necesidades necesariamente va seguido de un cambio en las actitudes y las opiniones de los historiadores, por tanto, en los productos de sus actividades científicas (en la ciencia de la historia). Si, como afirma metafóricamente Charles A. Becker, el pasado es una pantalla sobre la que el presente proyecta su visión del pasado, la historia no sólo es funcional, sino también necesariamente variable.
John Dewey, que puede ser considerado al respecto como un autor particularmente representativo, subraya que toda construcción histórica es selectiva y que en ella todo depende de los criterios de selección; y concluye afirmando que la historia se escribe necesariamente a partir de las posiciones del presente, ya que él es quien decide lo que se considera importante y, por consiguiente, nos proporciona los criterios de selección. De esto a argumentar la reinterpretación constante de la historia sólo existe un paso fácil de dar:
Para la elaboración de los principios y las hipótesis no hay otros materiales accesibles que los que nos procura la contemporaneidad histórica. Cuando la cultura cambia, también cambian las concepciones dominantes en la cultura dada, Entonces surgen necesariamente nuevos puntos de vista qe sirven para la aprehensión; la apreciación está en la disposición de los datos. En dicho momento, se reescribe la historia.
Según esta concepción, la historia está en función de los intereses del presente o, como escribe M.N. Pokrovski, es la política actual proyectada sobre el pasado. Citemos una variante de esta concepción, o sea la opinión que dice que la visión del pasado está en función de los objetivos que asignemos al provenir, lo que no cambia en absoluto el fondo del problema, puesto que la visión del porvenir, al igual que la visión del pasado está en función del porvenir.
Sí, como ya henos planteado, rechazamos el extremismo del presentismo, no tenemos que enfrentar con una tesis cuya legitimidad deberemos aceptar: nosotros reescribimos continuamente la historia, porque los criterios de valoración de los acontecimientos pasados varían con el tiempo y por consiguiente, la percepción y selección de los hechos históricos cambian para modificar la misma imagen de la historia. Debe observase que sean cuales fueren los términos en que formule esta tesis y los argumentos que la funden, es compartida por diferentes historiadores y teóricos en ningún modo emparentados con el presentismo, es decir incluso la aceptan partidarios de una concepción del mundo completamente opuesta: así M.N. Pokrovski, partiendo de la tesis marxista del condicionamiento de clase de las ideas sociales ce en la historia una proyección de la política del presente. K.R. Popper, aunque afiliado al neopositivismo, plantea la reinterpretación de la historia para cada nueva generación como una obligación dictada por las nuevas necesidades; Witold Kula habla de la transposición del patrimonio del pasado al lenguaje contemporáneo en cada época; la cultura se enriquece en la medida en que consigue descifrar nuevas páginas del pasado. Los términos y los argumentos varían en cada caso, pero la idea es la misma: la variabilidad de la imagen histórica está en función de la variabilidad de los criterios de selección de los materiales históricos.
La segunda cuestión que se impone en este contexto se refiere al espectro psicológico del proceso de reinterpretación de la historia: ¿cuándo los historiadores se ven inducidos a formular nuevos juicios y a forjar una nueva concepción de la historia? La tesis de C. l. Becker parece una respuesta convincente y sensata: Los periodos de estabilidad, propicios al sentimiento de satisfacción del presente, también favorecen el consenso social en lo que se refiere a la imagen tradicional del pasado; en cambio, en los periodos de crisis y de oposición, cuando se quiebra dicha estabilidad, los hombres descontentos del presente tienden también  a estar descontentos del pasado; entonces la historia se ve sometida a una reinterpretación en la perspectiva de los problemas y de las dificultades del presente.
Pasemos al segundo modo de explicación y de argumentación de la reinterpretación constante de la historia: la visión de la historia varía a causa del constante surgimiento de efectos nuevos de los acontecimientos pasados.
Pasemos al segundo modo de explicación y de argumentación de la reinterpretación constante de la historia: la visión de la historia varía a causa del constante surgimiento de efectos nuevos de los acontecimientos pasados.
El punto de vista de Carlos Marx sobre este problema, actualmente considerado clásico, se condensa en el aforismo: La anatomía del hombre es la clave de la anatomía del mono, Marx desarrolla este punto de vista en el contexto de su análisis de las categorías económicas. Marx arguye: puesto que la sociedad burguesa es la organización histórica más desarrollada y más variada de la producción, las categorías que permiten comprender su estructura permiten comprender a la vez la estructura de las formas sociales desaparecidas. ¿Por qué? Porque sólo la etapa superior del desarrollo de un fragmento dado de la realidad, al revelar los efectos de los acontecimientos pasados, permite comprender y valorar de modo correcto dichos acontecimientos.
Para comprender mejor este punto de vista, tomemos un hecho de la vida cotidiana. Cuando nos encontramos en un valle encajado entre dos montañas o colinas, solamente divisamos las proximidades más inmediatas, mientras que los elementos que están alejados de este lugar y su conjunto en un todo escapan a nuestra mirada. Basta ascender  a la cumbre de un monte para que el paisaje cambie, revelándonos aspectos del valle hasta ahora desconocidos e invisibles. Cuanto más alta sea la cumbre, más se ensanchará nuestro horizonte y mejor captaremos el conjunto. […]
La historia se reescribe cuando emerjan nuevas perspectivas que nos permiten comprender la significación de determinados acontecimientos del pasado que habían escapado a la atención de los contemporáneos. Estos acontecimientos se insertan en los modelos de continuidad que incluyen a los acontecimientos que constituían que incluyen el provenir para aquellos que vivían en el pasado…Del mismo modo, nuestros descendientes comprenderán mejor nuestra época que nosotros mismos una que ellos estarán en situación de ver las consecuencias de los acontecimientos que ignoramos actualmente y que constituyen las permisas de importantes tendencias que llevarán sus frutos cuando ya no existamos.
Este punto de vista está formulado dentro del espíritu de la tradición clásica: solamente los efectos futuros de los acontecimientos presentes y la realización del provenir permiten comprender el pasado; pero los efectos nuevos, el provenir nuevo trazan una nueva imagen del pasado. M.J. Dhont tiene una concepción semejante del problema, aunque lo aborda y formula de modo distinto:
El historiador nunca ve los hechos como los contemporáneos los han visto. Los ve desarrollarse como un profeta infalible: lo que en efecto separa completamente al historiador de cualquier categoría de contemporáneos de los hechos que relata es que este historiador siempre conoce el provenir. Ello le impide totalmente ver los acontecimientos con los ojos de un contemporáneo…De esta observación se deduce que el historiador siempre escribe la historia en función del punto final de la evolución. En consecuencia se verá obligado a considerar importantes los acontecimientos que constituyen la trama del desarrollo que lleva al resultado; acontecimientos que, en la mayoría de casos, no afectaron en absoluto a los contemporáneo.
Kart Heussi expresa idéntica la idea en el contexto del surgimiento, en el proceso histórico, de relaciones nuevas de los acontecimientos dados con otros. Como conclusión, escribe: las grandezas pasadas que no consideramos quizá como particularmente importantes, pueden producir, en un tiempo que para nosotros es el futuro, y en circunstancias definidas, efectos importantes, En consecuencia, el pasado no es algo fijo, petrificado, sino algo vivo, que cambia y se desarrolla incesantemente.
Sin embargo, en los trabajo de J. H. Randall es donde esta idea se encuentra más desarrollada. J.H. Randall escoge los juicios emitidos sobre la primera Guerra Mundial para ilustrar esta tesis de la variabilidad de la imagen histórica en relación con la emergencia de efectos nuevos de los acontecimientos pretéritos y llega a esta conclusión: Los nuevos efectos de los acontecimientos pasados cambian la significación del pasado, la significación de lo que sucedió. Los acontecimientos que anteriormente fueron ignorados ya que no parecían constituir antecedentes fundamentales de cualquier hecho consecutivo, actualmente son considerados como eminentemente significativos; y otros acontecimientos, que parecían constituir antecedentes fundamentales, caen en el olvido como simples detalles. En consecuencia, por la naturaleza de las cosas, el devenir no puede ser comprendido plenamente por quienes son sus actores. Estos no pueden comprender la “significación” o los efectos de lo que hacen, porque no pueden prevenir el provenir. Nosotros comprendemos este devenir sólo en el momento en que constituye una parte de nuestro propio pasado; y si sigue produciendo sus efectos, nuestros hijos lo captarán en términos distintos  que nosotros, En consecuencia, el historiador, como decía Hegel se asemeja efectivamente a la lechuza de Minerva que no levanta su vuelo hasta que se presentan las sombras de la noche…La historia devenida sólo se puede comprender a la luz de todos sus efectos comprobados ya aceptados, La “significación de todo hecho histórico consiste en la significación que todavía posee, en su acción, en los efectos que resulta de él.
Por tanto, dos factores concurren a la reinterpretación constante de la historia: la aparición en el proceso histórico de los efectos de los acontecimientos pasados, lo que constituye la “significación” de estos últimos; el cambio de los criterios de la selección de los hechos históricos a consecuencia de nuevo condicionamiento de las actitudes y de las opiniones de los historiadores. Ambos factores can ligados al presente, que es el futuro en relación a los acontecimientos pasados. Tal es el elemento racional de la concepción del presentismo. Pero, ¡esta varialidad de la imagen del pasado (que, recordado las palabras de Heussi, no se capta como algo fijo, petrificado, sino como algo vivo y cambiante)no niega la objetividad del conocimiento histórico, la posibilidad de alcanzar la verdad objetividad en y por medio de este conocimiento? En absoluto, si no cometemos el error, que analizamos posteriormente, que consiste en identificar el carácter objetivo de la verdad con su carácter absoluto. Las verdades parciales, fragmentarias, no son falsedades; son verdades objetivas aunque incompletas. Si la historia, en el sentido de historia rerum gestarum, nunca está acabada, si está sujeta a constantes reinterpretaciones, de ello se desprende únicamente que es absoluta. Cuando se comprende el conocimiento histórico como proceso y superación, y las verdades históricas como verdades aditivas, acumulativas, se comprende la razón de esta constante reinterpretación de la historia, de la variabilidad de la imagen histórica; variabilidad que en vez de negar la objetividad de la verdad histórica, por el contrario la confirma.
Hilos cortados[39]
Antonio Muñoz Molina
A pesar del ligero temblor y de la torpeza que ha ido adquiriendo su mano derecha con el paso de los años Ernest Michel todavía conserva una letra excelente. La usa para escribir despacio y con claridad, sobre cartulinas rayadas, palabras clave que le servirán para despertar recuerdos, o para asegurarse de que la mente no se le queda en blanco inesperadamente, delante de un público que atiende en un silencio sobrecogido a su historia. A los 86 años, Ernest Michel continúa viajando a casi cualquier parte donde lo llaman para dar testimonio sobre sus años de cautiverio en Auschwitz, pero se ha dado cuenta de que la memoria se le está debilitando, igual que la calidad de su caligrafía. Puede revivir sin ninguna dificultad escenas sucedidas en el campo de exterminio hace más de sesenta años, recordar palabras, conversaciones enteras, pero en la memoria del presente se le abren cada vez más espacios en blanco. En vez de la tentación de capitular lo que siente es una urgencia todavía más acusada de seguir contando, y por ese motivo escribe cosas en las fichas de cartulina y las lleva consigo, para asegurarse de que el olvido de lo más próximo no le borra el acceso a tantos recuerdos exactos y lejanos. Y el mismo acto de escribir es ya una invocación, porque fue la caligrafía lo que le permitió sobrevivir a Ernest Michel: agotado, enfermo, muy cerca de la muerte, levantó el brazo cuando en una formación alguien solicitó un voluntario que tuviera buena letra. Él la tenía excelente: se había adiestrado como calígrafo antes de la guerra. Lo destinaron a la enfermería, a redactar certificados de defunción y listas de los prisioneros que eran enviados a las cámaras de gas. Trabajar sin mucho esfuerzo físico bajo techado y no a la intemperie del campo multiplicaba la posibilidad de sobrevivir, explicó Primo Levi. Copiando con su letra impecable los nombres de los muertos Ernest Michel se salvó de ser uno de ellos: ahora escribe todavía, cada vez más despacio, la letra agrandada y más bien torpe, y el hilo de la tinta es tan obstinado y tan frágil como el del recuerdo, y no tardará mucho en quedar interrumpido.
Lo ha dicho Jorge Semprún, en su discurso de hace unas semanas en la explanada invernal de Büchenwald, donde el viento frío agitaba las banderas y los mechones blancos de los últimos prisioneros, 65 años después de la liberación del campo: uno por uno los testigos se extinguen, y dentro de poco la tarea del recuerdo corresponderá a otra generación. No es la primera vez que Semprún reflexiona en público sobre ese tránsito de la memoria viva a la gradual vaguedad y abstracción de lo histórico, pero sí la primera vez que lo expresa con tan desolada inmediatez, en primera persona: dentro de cinco años, dice, cuando se repita esa ceremonia, él ya no estará.
Semprún confía en los escritores de ficción como depositarios de ese legado de recuerdos. Yo no estoy seguro de que la ficción tenga mucha utilidad a la hora de mantener presente lo que no debe olvidarse. Por respeto al sufrimiento de tantos millones de seres humanos, la libertad de inventar ha de estar separada por una frontera bien visible de las narraciones rigurosas de lo sucedido. Y en un mundo en el que hay tan poco espacio público para el conocimiento de los hechos históricos, tan poca idea del lugar relativo del presente en una secuencia temporal muy anterior a nuestras vidas, la ficción puede servir sobre todo para banalizar y sentimentalizar el espanto, para hacerlo digerible y al mismo tiempo confinarlo en una distancia tranquilizadora, "de época".
No hay ficción que esté a la altura del fulgor seco de los hechos. No hay ninguna necesidad de inventar cuando todavía queda tanto por saber, y sólo el conocimiento lo más exacto posible concede alguna medida de restitución. El que ha vivido cuenta lo que ha visto. A quienes escuchan les corresponde la tarea de prestar atención y aprender lo más posible, para que el olvido no pueda absolver a los verdugos. Yo pienso con remordimiento en tantas personas de las que pude haber aprendido y a las que no pregunté, por descuido, por indiferencia, por creer que estarían siempre disponibles. Cuánto pudimos y debimos preguntar cuando aún había tiempo, cuando estaban lúcidas y en plenitud de facultades personas que habían vivido la República, la guerra, la Resistencia en Francia, los campos de concentración alemanes, la negra posguerra española: cuántas historias como las que no ha dejado nunca de contar Ernest Michel nos hemos perdido. Leyendo su testimonio me he acordado de mi amigo Antonio Colino, que tenía más de noventa años cuando me cité con él una tarde para que me contara sus recuerdos de la guerra en Madrid. Sacó del bolsillo una hoja cuadriculada en la que había apuntado las cosas que no quería que se le olvidaran. Pero el hilo se había vuelto borroso, y muy poco después se cortó para siempre.
Gracias a la mediación de William Chislett acabo de descubrir un yacimiento de memoria del que no tenía ninguna noticia, que se ha abierto delante de mí como un país entero hecho de negrura: sabemos bastante de las vidas de los republicanos españoles en los campos de concentración alemanes, pero yo no tenía ni idea sobre los que acabaron en los campos soviéticos. Chislett, buscador de libros sin sosiego, me ha dado noticia de un trabajo de investigación doctoral de Luiza Iordache, Republicanos españoles en el Gulag (1939-1956), publicado hace dos años por el Institut de Ciències Politiques i Socials de Barcelona. La historia despierta más angustia al comprender el poco caso que se les ha hecho a los testigos y la rapidez con la que uno por uno se estarán extinguiendo. Jóvenes aviadores republicanos que a principios de abril de 1939 estaban terminando sus cursos de pilotos en la URSS y ya no pudieron salir del país; marineros de buques mercantes que habían llevado armas y suministros a la España republicana y se quedaron atrapados en el puerto de Odessa al final de la guerra; niños en edad escolar enviados a la URSS, extraviados en la guerra y la miseria, condenados a trabajos forzados en los campos más crueles de más allá del Círculo Polar Ártico; militantes comunistas que al llegar a lo que habían imaginado como un gran paraíso se encontraron en el interior de una cárcel. Querer marcharse de la URSS ya era de antemano un delito: entre los documentos pavorosos que ha rescatado Luiza Iordache están las pruebas de la saña inquisitorial con que los dirigentes del Partido Comunista Español en Moscú persiguieron a los compatriotas o ex camaradas que se atrevieron a manifestar alguna forma de disidencia. El libro de Iordache está lleno de listas de nombres que yo no había escuchado nunca, de libros de memorias publicados o inéditos de los que yo no tenía noticia. Una vez que el hilo se corta ya no hay manera de repararlo. Algunas formas extremas de olvido no serían posibles sin una especie de conspiración colectiva.
Cuando éramos intelectuales
J. M. MARTÍ FONT
El intelectual, los intelectuales. Ese oráculo que interpretaba la realidad para el común de los mortales ya no existe. Al menos, tal y como se conoció durante el siglo pasado y, más concretamente, en Francia, verdadera patria del término. Jean-Paul Sartre los definía como alguien que se ocupaba de lo que no le importaba. La aparente boutade la suscribe el historiador Michel Winock (París, 1937), autor de la monumental El siglo de los intelectuales (Edhasa). Para él, el intelectual "es alguien que ha adquirido una cierta reputación por sus obras -casi siempre un escritor o filó-sofo- y la utiliza para intervenir en el campo político, que originalmente no es el suyo".
En sentido estricto, la figura del intelectual nace a finales del XIX en Francia en torno al caso Dreyfus, aquel militar judío falsamente acusado de traición. Su caso lo denunció en la prensa el escritor Émile Zola con su famoso Yo acuso, detonante de una división en la sociedad francesa que marcaría el pensamiento político del siglo XX. Para Winock ya está en Voltaire y los filósofos de la Ilustración, pero es con el caso Dreyfus cuando nace el término que hasta entonces solo era un adjetivo. "Es Clemenceau, en enero de 1898, el primero que se refiere a 'esos intelectuales'. El concepto entra así en el lenguaje común".
Desde el primer momento los intelectuales toman partido. A Zola se le enfrenta el brillante Maurice Barrès, que parte del término para burlarse de él, aunque él mismo sea un intelectual... de derechas. "El caso Drey-fus es un caso de antisemitismo", explica Winock. "Pero el antisemitismo es accesorio. En realidad es la oposición entre quienes reivindican la verdad y la justicia -los valores universales- y los que dicen que lo que cuenta es la defensa de nuestra patria, del particularismo, los nacionalistas".
Winock divide su trabajo en tres grandes épocas. Al protagonizado por Zola y Barrès, sigue el inquietante periodo de entreguerras, con la gran figura carismática de André Gide. Es un momento en el que el intelectual se ve obligado a comprometerse más allá del papel. "Gide es un hombre de gran coraje, que se enfrenta al tabú de la homosexualidad -él mismo es homosexual-, que se atreve a criticar a la URSS pese a sus simpatías por el comunismo y que denuncia el colonialismo, hasta el punto que su libro Viaje al Chad y al Congo, acaba forzando al ministro de las Colonias a retirar las concesiones". A Gide "le piden que no publique estas denuncias con todo tipo de argumentos, el poeta Ilia Ehrenburg llega a decirle que, incluso si es verdad su denuncia del estalinismo, no puede hacerlo público para no desmoralizar a quienes luchan contra los fascistas en la Guerra Civil española. Pero es valiente y lo hace".
Aunque quien realmente resuelve el dilema sobre si el intelectual debe pasar a la acción es André Malraux, que en 1936 se une al bando republicano en España como piloto de avión en la defensa de Madrid. "La mayoría de los intelectuales no son gente de acción, Malraux es todo lo contrario. Su papel en la Guerra Civil tal vez se haya exagerado, pero lo cierto es que hizo llegar aviones a la República pese a la política de no intervención que ataba las manos del Frente Popular en Francia y, aunque no sabía ni pilotar ni navegar, se comprometió en la operación que cerró el paso a la columna del general Asensio, asegurando la defensa de Madrid. Fue un gran propagandista que recogió fondos para la República, especialmente en una gira por Estados Unidos. Hay otros intelectuales que pasan a la acción, como el poeta René Char, muerto en la resistencia contra los nazis. Son figuras heroicas, pero no abundan, porque tampoco hay tantas oportunidades como la Guerra Civil española".
La tercera parte de El siglo de los intelectuales tiene a Sartre como protagonista. "Sartre, tal vez esté sobrevalorado, pero sigue siendo una referencia", explica. "Su desgracia, en lo que a la posteridad se refiere, es que acabó en el campo de los vencidos, porque fue filocomunista en los cincuenta e izquierdista en el 68; desarrolló la idea revolucionaria y la caída del comunismo lo puso en evidencia. Albert Camus hizo el camino contrario; desacreditado en vida, marginado por la izquierda y sus compañeros de viaje, reaparece ahora brillante porque él no se equivocó". Pero Winock defiende a Sartre. "No era solo un intelectual comprometido, también era un escritor y su prosa sigue siendo muy potente, magnífica, inteligente".
Sartre murió en 1980. Camus había muerto 20 años antes. Raymond Aron, en 1983. Michel Fou-cault, en 1984. Bourdieu, en 2002. ¿Qué es lo que queda entonces de los intelectuales? "Mi tesis es que el intelectual clásico se ha acabado", responde Winock, "era una especie de guía, de profeta, como esos que hemos citado, maîtres à penser, y esto se ha acabado, de entrada porque hay una elevación del nivel de cultural de la sociedad. La historia de los intelectuales empieza en un periodo en el que muy pocos van a la universidad y la gente tiene necesidad de referencias superiores. Además hemos pasado por la revolución de la comunicación y ahora Internet permite a todo el mundo expresarse. La conclusión es que ya no son necesarios los intelectuales. Y en cuanto a defender grandes causas, ahora hay asociaciones de todo tipo que defienden causas precisas, parciales". "Si compara un periodico de la década de 1950", sugiere, "con uno actual, verá que ahora hay muchísimos debates y tribunas sobre temas muy diversos, con nombres que rápidamente se nos olvidan; son intelectuales anónimos. Antes la palabra estaba monopolizada por unos pocos, ahora hay un intelectual colectivo que puede expresarse cada día y lo hace por muchos medios".
"Queda el intelectual mediatico, como sería en caso de Bernard-Henri Lévy", admite, "y el intelectual específico, que en palabras de Foucault, es alguien que no habla de todo, sino que tiene una competencia sobre algo, e interviene sobre su competencia".




[1] La Jornada. 28 de octubre, 2010.
[2] Febvre, Lucien, “Vivir la Historia Palabras de iniciación” en Combates por la Historia, pp. 37-58
[3] Chesneaux, Jean, “La historia como relación activa con el pasado” en ¿hacemos tabla rasa del pasado? A propósito de la historia y de los historiadores? pp. 7-20.
[4] Carr, Edward H. ¿Qué es la historia? Pp.9-40.
[5] Chesneaux, Jean, “El capitalismo, agente unificador de la historia” en ¿hacemos tabla rasa del pasado? A propósito de la historia y de los historiadores? pp. 120-127.

[6] Chesneaux, Jean, “Historia y práctica social: en el campo del poder” en ¿hacemos tabla rasa del pasado? A propósito de la historia y de los historiadores? pp.29-39.

[7] Diccionario Enciclopédico Santillana, volúmen 9, p. 2815.
[8] Pluckrose, H. Enseñanza y aprendizaje de la historia, p. 40. Quizás el autor diga lo siguiente por que su área de investigación se ha enfocado más hacía los niños y no con adolescentes como nosotros en el Colegio de Ciencias y Humanidades “Es posible que resulte útil centrarse menos en el tiempo histórico y más en una comprensión de la cronología histórica, la habilidad de concebir la duración del tiempo histórico y la diferencia entre, por ejemplo, 500 y 2.000 años resulta difícil para los pequeños pero también para la mayoría de los adultos”.
[9] Rodríguez Frutos, Julio, (et.al), Enseñar historia. Nuevas propuestas, pp. 15-16.
[10] Pages, Joan, “Aproximación a un currículo sobre el tiempo histórico”, p.117.
[11] Ibid., p. 109.
[12] Braudel, Fernand, La historia y las ciencias sociales, p. 64.
[13] Cardoso, Ciro F, Los métodos de la historia, p.219. Da una definición sobre cuál es el significado de coyuntura “[…] Por coyuntura entendemos ante que nada movimiento: alzas y bajas en la producción, fluctuaciones en el volumen de los intercambios, oscilaciones de los precios […] En otro sentido esta palabra se usa también para designar a la rama de la economía que se dedica al estudio y previsión de las fluctuaciones llamadas justamente, coyunturales, o cíclicas.
[14] Braudel, Op. cit,  p. 70.
[15] Pages, Joan, “Aproximación a un currículo sobre el tiempo histórico”, p.113.
[16] Topolski, Jerzy, Metodología de la historia, p. 458.
[17] Idem.
[18] Ibid., p. 54.
[19] Idem.
[20] Idem.
[21] Ibid., pp. 54-55.
[22] Ibid., pp. 56-57.
[23] Idem.
[24] Carr, E.H, ¿Qué es la historia?, p. 117.
[25] Prats, Joaquim, Enseñar historia: notas para una didáctica renovadora, pp. 31-33.
[26] Sobejano, María José, Op. cit., p. 122. Tomando de la publicación: Grupo Valladolid, La comprensión histórica de los adolescentes, Valladolid, 1994.
[27] Ibid., p. 123. “La enseñanza de la historia ha de mostrar a los alumnos la complejidad de los acontecimientos y sus múltiples relaciones. Si esto lo hace el profesor en sus explicaciones y en su planteamiento orientador del estudio, la Historia será útil porque ayudará al alumno a comprender procesos complejos del pasado y del presente.”
[28] Carretero, Martín, “La construcción del conocimiento histórico[…]” p.25
[29] Prats, Joaquim, Op.cit., pp. 32-33.

[30] Ibid., p. 57.
[31] Ibid., p.61.
[32] Ibid., pp.62-63.
[33] Soberano, María José, Op.cit., p. 153.
[34] Ibid., p. 156.
[35] Domínguez, Jesús, “El lugar de la Historia en el currículum 11-16 Un marco general de referencia”, p. 50.
[36] El País, 5 de junio, 2010.
[37] El resumen fue elaborado por el profesor: Tomás Rios Hernández para la presente guía.
[38] Schaff, Adam, “La objetividad de la verdad histórica” en Historia y Verdad, México, Editorial Grijalbo, 1974, pp. 321-333. Se ha tomando fragmento para fines didácticos.
[39] El País, 24 de abril, 2010.